[ cincuenta y uno ]

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Emilia, comenzó a reír divertida al igual que Romina. Dejamos de hablar y nos giramos a verlas. Ulises se puso de pie.

- ¿Qué sucede? - preguntó mientras se acercaba a ellas. Silverio y yo lo seguimos.

- Me parece muchachos que Anna acaba de arruinar nuestra cena - dijo Emilia sin dejar de reír. La miré divertido... se estaba descostillando de la risa.

- ¡No es divertido! - se quejó. Romina se restregó los ojos, mientras calmada su risa.

- No les hagas caso a estas brujas, linda - dijo Ulises y se acercó a Anna, quien apoyó su cabeza sobre su hombro cuando él estiró sus brazos.

- Aaaay, me dijo bruja - se quejó Emilia.
Me acerqué a ella y la abracé por la espalda, apoyando mi mentón en su hombro. Mi boca quedó cerca de su oído. Ella colocó sus brazos sobre los míos que estaban sobre su vientre.

- Y sí, algo de eso debes ser... porque me tienes hechizado. No puedo dejar de verte, no puedo dejar de pensar en ti, en tus besos, en tu cuerpo - le susurré.
Sonrió levemente y mordió su labio. Giró un poco la cabeza y me miró.

- No puedes con tu genio, ¿verdad? - preguntó.

- Te lo aseguro... apenas se vayan todos, tú no te salvas de mí - besé su mejilla y volví mi vista a los demás, pero sin dejar de abrazar a Emilia.- Entonces ¿Qué vamos a comer?

- Pidamos unas pizzas - dijo Silverio.

- Perfecto - aseguré y me alejé de Emilia para ir en busca del número del delivery. Pero detuve mi paso al recordar aquello, me giré a verlos a todos - No podemos.

- ¿Por qué? - dijo confundido Ulises.

- Emi, no come pizzas - dije.
Ella sonrió y se acercó a mí, para acomodar un poco mi cabello.

- Eres un dulce de leche - aseguró.

- Y tú eres mi envoltura - murmuré y me incliné para besarla cortamente.

- Pero no se preocupen por mí... pidan la pizza, yo no tengo hambre - les dijo a los chicos.
Ellos volvieron a sus charlas y le lancé a Ulises la tarjeta con el número para que llamara. Volví mi vista a Emilia. Me senté en el sillón y le hice un gesto para que se sentara sobre mis piernas.

- Es mentira que no tienes hambre. Hace un rato estabas que matabas por un poco de comida.

- No te preocupes, comeré un poco de fruta - me dijo.

- No, ¿sabes qué? Vas a comer una porción de pizza o dejo de llamarme Claudio 'el sexy' Meyer.

- ¿El sexy? - dijo divertida - Más bien 'el calentón'.

- Muy graciosa - bufé - Pero la única calentona aquí eres tú...

- Sí, y me encanta serlo - dijo en descarado coqueteo.

- No me seduzcas aquí... tenemos invitados, amor mío. No querrás que haga cosas inapropiadas delante de ellos ¿o sí?

- No te atreverías - dijo entre divertida y nerviosa.

- ¿Quieres averiguarlo? - pregunté.

- No, Claudio, ni se te ocurra - se estaba por poner de pie, pero no la dejé. Me miró fijo a los ojos.

- ¿A dónde crees que vas?

- A... a estar con las chicas.

- Con ellas puedes estar otro día, ahora estas conmigo - le robé un breve beso.
Ella sonrió y se acurrucó contra mi pecho. Mi corazón latió rápido bajo su oreja, y la escuché sonreír. Se alejó de mí y me miró a los ojos.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora