V

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En la entrada del colegio me encontré con el Alonso y nos fuimos juntos a la sala.

-Tení que sentarte conmigo -le recordé-. La Nacha sigue enojá y no pienso rogarle. Así que le diré Ignacia.

-Sí oh, y yo no pienso sentarme con la Ágata -suspiró-. ¿Y por qué pelearon con la Nacha exactamente?

Chucha.

No podía decirle que peleamos porque no quise ayudar a la Nacha con su plan hueón de querer averiguar si la Ágata lo engañaba o no po.

-Eh... cosas de minas.

-Pensé que éramos amigos -se puso una mano en el corazón-. Así nos vamos.

Igual tenía razón el Alonso. Él me contó porqué se dieron un tiempo con la Ágata, fue porque la hueona no lo dejaba salir con sus amigos, no lo dejaba hacer nada. Pero yo no podía decirle la hueá de plan po.

La sala estaba pelá, habían súper pocos cabros, y faltaban 5 minutos para que tocaran la campana.

-No creo que venga la Ágata -me comentó el Alonso una vez sentados en nuestros puestos.

- ¿Por qué? Ayer vino.

-No sé... pero no creo que venga.

-Ojalá que no venga -le dediqué una sonrisa.

La Ignacia llegó un segundo antes de que tocaran. Nos vio conversando con el Alonso y se acercó donde nosotros.

-Hola po, Alonso. ¿Por qué no viniste ayer? -le preguntó.

-La caña.

-Carretero -se rió ella-. Hola, Lidia Cruz -me saludó seria.

-Hola, Ignacia Mendoza -le respondí seria también.

Y luego de eso se fue a sentar con el mismo cabro de ayer.

\\

- ¿Acompáñame a comprar? -me preguntó el Alonso en el recreo.

-Pero si me comprai algo -lo chantajeé con una sonrisa coqueta.

¿Por qué le estoy coqueteando? Me siento maraca, ah.

-Dale. ¿Qué querí? -me preguntó con una sonrisa coqueta también.

¿Qué onda?

No me puedo comer al Alonso, aunque esté enamorada de él hace caleta de tiempo. No puedo coquetearle. Recién terminó con la otra maraca, o sea, ni siquiera han terminado, se dieron un tiempo. No voy a ser fácil para él, aunque me tenga en sus manos. Siempre digna.

-Eh... ¿Cuánta plata teni? -le pregunté intentando ponerme seria.

-Setecientos -me mostró la plata.

-Cómprame un coyac.

-Bueno.

Crucé una mirada asesina con la Ignacia cuando pasó cerca del kiosco.

-No creo que ustedes duren mucho enojadas -me comentó el Alonso.

Me reí.

El kiosco estaba lleno, como siempre, así que el Alonso se metió como pudo entre todos lo cabros para comprar, mientras yo lo esperaba atrás.

- ¡Qué estresante comprar en esta hueá! -me dijo entregándome el coyac.

- ¡Gracias!

-De nada -pasó su mano por mi hombro y caminamos al patio.

-Teníai razón, no vino la Ágata.

-Te lo dije -se encogió de hombros-. Igual bacán que no venga.

- ¿Están enojados?

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora