XXXVII

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-¿Están pololeando? -nos preguntó la Sofi.

-No, Sofi. La Lidia me manchó la polera con bebida-le explicó el Alonso.

Luego de decir eso, me miró para que lo ayudara a explicarle a la Sofi que no había pasado nada, pero yo no podía pensar en nada coherente, solo maldecía mentalmente que ella llegara en ese momento tan importante. En volá, sí quería darle ese beso al Alonso.

-¿Y por qué estaban tan cerca? -preguntó nuevamente ella ella.

-Eh... porque... el Alonso me estaba mostrando una espinilla.

Qué soy hueona. ¿Por qué no podía inventar hueás bacanes como la Nacha?

-Yo no veo ninguna-comentó la cabra.

-Es que la Lidia la reventó.

¡Qué asco hueón! Ni en broma le reventaría alguna hueá.

-¡Ah! -dijo ella.

Miré al Alonso y caché que se había puesto la polera. ¡Puta la hueá! Se hubiera quedado sin polera no más.

-Eh... ¡Permiso! Voy al baño-dije arrancándome.

Entré al baño, puse el pestillo y suspiré. ¿La hueá que había pasado fue real?
Me miré al espejo. Mi pelo se veía la zorra, lástima que tendría que lavármelo. Mi cara estaba normal, y el rímel me había durado. Igual me veía rica. Pero el Alonso se veía más rico sí. Yo pensé que lo había superado, pero igual se me había movido el piso tenerlo tan cerca. Aunque a mí me gusta el Fede, ¿cierto? Porque me pasaría de maraca si me gustaran los dos. Además había abrazado al Fede y ahora casi me doy un beso con el Alonso. Yo estaba decidida a darle el beso, si no fuera porque apareció la Sofi, ese beso hubiese existido sí o sí. Sin embargo, no me arrepentía de nada.
Me mojé la cara con agua y luego bebí un poco. ¿Con qué cara iba a salir del baño? No podía mirar al Alonso sin que se me pasara por la mente tirarme encima de él y darle un calugazo. Tenía que salir de esa casa antes de hacer algo estúpido.

En ese instante escuché la reja y las voces de mi mamá y la mamá del Alonso y me sentí segura, hasta que recordé que la Sofi era bien cahuinera. ¿Y si le contaba a nuestras mamás que con el Alonso casi nos damos un beso? Ojalá no dijera alguna hueá. Si igual no había pasado nada, lamentablemente.

Salí del baño y me dirigí hacia el living.

-¿Tienen hambre? -preguntó la tía.

¿Tienen?

-Sí-respondió el Alonso detrás de mí.

Ah, con razón preguntó en plural. El Alonso se estaba acercando a mí, así que me fui al lado de mi mamá.

-¿Cómo se portó la Sofi?

-Bien, tía-le respondí con una sonrisa.

Solamente había llegado en un momento inoportuno, pero se había portado bien.

-¿Las ayudo a preparar la once? -les pregunté.

-Ya.

Nos fuimos las tres a la cocina y por suerte el Alonso no nos siguió. No quería estar cerca de él, me hacía pensar y sentir cosas obsenas.

-¿Y se arreglaron con el Alonsito?

La pregunta de la tía me pilló desprevenida.

-Eh... más o menos.

-Ay, que son orgullosos-opinó mi mamá.

Ay, madre querida, si supierai...

-Lidita, el Alonso sufre tanto cuando se pelea con ustedes...

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora