XXVI

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(Ágata)

-Señorita Ágata, ¡está listo el baño! -me gritó la nana.

Me salí de WhatsApp y caminé hacia mi closet para sacar una bata de baño.

El día sábado había comenzado la raja con mi desayudo light y mi rutina de ejercicios diarios en el gimnasio, además que mi entrenador personal estaba más rico que la cresta. Unas semanas más y el hueón iba a caer en mis redes.

Caminé hacia el baño con la bata puesta.
Me sorprendió ver lo linda que había quedado la decoración de la tina. Velas, inciensos, jugo de maracuyá y pétalos de rosa.

Toqué el agua y mi punto de vista cambió radicalmente.

-¡Te dije que quería el agua más helada que caliente! -le grité enojada a la nana-. ¿No podí hacer nada bien? ¿Para qué te paga mi papá? Hace bien tu trabajo de una vez por todas. Ya me estoy aburriendo de tu pésimo servicio. Una más y le digo a mi papá que te eche.

-¡No, señorita! Por favor, necesito el trabajo-suplicó ella.

Me masajeé la sien con las manos.

-¡Estoy chata de tu misma excusa! Si queri seguir trabajando aquí, hazme caso en todo lo que te diga. ¿Entendiste?

-Sí, señorita-respondió con la cabeza agachada.

-¡Rápido! -le grité.

Juro que me tiene cansada esta inútil de mierda. No puede hacer nada bien. Le pido jugo de zanahoria y me hace de betarraga. Le piido desayuno y me hace huevos fritos, yogurt entero, marraquetas, sabiendo cuántas calorías tienen.
Atroz su trabajo. Pésimo. En cualquier momento le iba a decir a mi papá que la echara.

-Listo-dijo la hueona.

-Ya, ahora ándate.

Salió del baño y yo le puse pestillo a la puerta. Cuando por fin se fue la hueona inútil, sonreí y me di un largo baño de espuma y pétalos de rosa, mientras en mi mente repasaba cada uno de los puntos de mi plan. Todo iba a salir perfecto, como siempre me sale.

**

-¡Voy a salir! -le avisé a la nana mientras me echaba perfume.

-¿Le pidió permiso a su mamá?

-¿Por qué debería pedirle permiso? Yo salgo cuando quiero.

-Sí, pero su mamá me dijo...

-¡Pero nada! -la interrumpí-. Mis papás no están nunca en esta casa de mierda, así que yo soy la que manda aquí, ¿entendiste?

Ella asintió.

-Qué bueno. Ya, ahora me voy porque llegó el taxi.

-¿A dónde va con esos pasteles? -preguntó la hueona.

Sapa la culiá. Los pasteles los había comprado cuando fui al gimnasio en la mañana, y la pajarona recién se había dado cuenta.

-¡Eso no es asunto tuyo! -le sonreí falsamente.

-¿Y a qué hora llegará?

-No sé.

-Pero tengo que avisarle a sus papás.

-No es mi problema. Arréglatelas tú sola.

Salí de la casa apestá. Juro que odio que se meta en mis hueás. ¿Qué se cree la piojenta culiá? Apenas sacó el cuarto medio.

Me subí al taxi y le dije al chofer dónde iba. Después me puse los audífonos y esperé llegar a mi destino.

**

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora