XXXI

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Y otro día más de colegio empezaba...

-Mamá, ya me voy-le avisé.

Mi mamá seguía enojada conmigo. No entendía por qué se enojaba tanto por una simple e injusta expulsión. Tampoco es que sea una mina problemática. De hecho, esta es mi primera suspensión en la vida. Siempre me he portado bien, mis informes de personalidad lo comprueban. Y mi mamá tanto color que le daba por la hueá.

-Ya-me respondió cortante.

Suspiré y salí de la casa.

Tenía que pedirle disculpas a mi mamá por portarme tan mal en el colegio y ser tan contestadora si no quería que me dejara de hablar hasta fin de año.
Que mi abuela se haya ido al sur a ver a sus hermanas dificultaba más nuestra relación de madre e hija, por lo tanto mi única solución era disculparme.

Lamentablemente y por segunda vez consecutiva, me encontré con el Alonso en el paradero.
¿No podía ir a tomar la micro al otro paradero el hueón? No le costaba nada caminar unas cuantas cuadras para ahorrarnos este incómodo momento.

Tristemente, para mi desgraciada yetadez, porque lo yeta lo llevaba en la sangre, fuimos los únicos del paradero que tomaron la misma micro. Tampoco le costaba al hueón tomar la otra micro, bajarse antes y caminar unas pocas cuadras.

El muy caballero de mi mejor amigo, subió primero. Se notaba a leguas que seguía enojado. Parece que era la semana de "todos enojados con la Lidia". Pero lo más terrible de todo es que yo debería estar enojada, no él ni mi mamá.

Cuando estábamos como a una cuadra de llegar al infierno, o sea, colegio, el culiao del Alonso se fue caminando entero lento hasta la entrada, y yo, como quería que él se diera cuenta de que también estaba enojada, caminé rápidamente para adelantarlo, pero, como la yetadez me seguía, me tropecé con una puta piedra y casi me saco la conchetumare.
Dignamente, evité a toda costa mirar hacia atrás, pero podía jurar que el traidor se estaba riendo y burlando de mí.

Cuando llegué a la sala, mi mejora no estaba. Otra traidora más que me dejaría sola todo el día, porque ni cagando perdía mi orgullo para tener la compañía del Alonso, aunque tenía otra opción para no estar sola. Sonreí al pensar en él. En el Fede.

**

Por fin había terminado la infernal primera hora. Se me hizo eterna a donde no tenía a nadie que me hiciera reír. Nacha culiá traidora. Todavía tenía esperanzas de que se dignara a ir al colegio para hacerme compañía.

No saqué mi pan con queso de la mochila porque me daba vergüenza comer pan en el colegio. Nadie comía pan, todos compraban hueás en el kiosco, pero como a mí no me daban plata, tenía que llevar pan.

Bajé rápido las escaleras mientras me sonaba la guata de hambre. Debí haber tomado desayuno antes de ir al colegio.

Cuando llegué a la entrada del colegio, no había rastros de mi mejora. Me iba a dejar sola no más la culiá.

Subí a la sala y me quedé en mi puesto no más, para comerme el pan porque estaba cagá de hambre. Justo cuando terminé de comerme esa delicia, tocaron la campana.
Entraron varios hueones, incluido el Alonso.

-¡Lidiaaaaaa! -gritó la maraquita de la Ágata.

¿Por qué me hablaba ahora? Hueona enferma.

No la pesqué mucho.

-Lidia, ¿supiste que haré un carrete mañana? -preguntó con su voz de maraca extrema.

-No.

En realidad sí sabía. Ayer cuando llegué a la casa de mi papá después de haberme juntado con el Alonso, la Nacha me había contado por WhatsApp.

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora