XVII

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(Nacha) Segunda parte.

Me estaba vistiendo cuando me llamó el Alonso.

-Aló-contesté sin ánimo.

-¿Estai lista?

-¿Por qué? -acomodé el celular entre mi oreja y mi hombro, mientras me abrochaba las zapatillas.

-Porque con la Lidia estamos abajo.

-Ya, bajo al toque.

Corté la llamada.

Supuestamente iríamos a comer papas después de clases, pero la lluvia nos dejó todos mojaos, así que tuvimos que volver a nuestras casas a cambiarnos la ropa y a buscar paraguas.

Me puse una chaqueta y bajé corriendo la escalera.

-Hola, hueones-les dije a los cabros al abrir la puerta de mi casa.

-Hola-dijeron al mismo tiempo.

-¿Van a pasar o se van a quedar como hueones afuera?

-Vamos luego mejor-sugirió la Lidia.

-Puta, pero es que me tengo que secar el pelo todavía.

-Puta, dijiste que estabai lista po, Nacha-se quejó mi amiga.

-¡Nunca dije eso! -me defendí-, además no estoy ni ahí con enfermarme.

-Ya, pero sécate el pelo rápido-me dijo el Alonso.

Hasta ahora, el plan va bien. Todo lo de secarme el pelo está planeado. A veces tengo ideas súper wenas, ¿ya?

-Sí, oh. Ya, espérenme aquí. Vuelvo al tiro. Ná de besos-bromeé.

La Lidia se puso incómoda y el Alonso se empezó a reír.

Espero que este ahueonao no desperdicie la oportunidad ahora.

Subí la escalera nuevamente y fui en busca del secador de pelo. Lo enchufé en el baño y me asomé por la escalera, sin que los hueones me vieran, obviamente, y escuché la risa de la Lidia y unos murmullos. ¡Secador culiao! No me deja escuchar. Debí dejar mi celular grabando. La cagué.

Después de secarme el pelo súper rápido y cuando estuvo totalmente seco, bajé con los cabros de nuevo.

-¡Vamos! -les dije.

No estaban haciendo nada fuera de lo normal, solo conversaban.

¡Me da rabia! El Alonso no atina nunca. Tuvo todo el rato en el que me secaba el pelo para comérsela, pero no, el hueón se pone a hablar con ella, como si no hablaran nunca.

-¡Al fin! -dijo la Lidia poniéndose de pie.

-Sí, al fin-dijo el Alonso con sarcasmo.

No me pude demorar más, porque estoy cagá de hambre y no he parado de pensar en esas papas fritas hermosas y deliciosas.

El camino fue normal. Ninguna indirecta de parte de ningún hueón. Es difícil hacer de cupido con hueones tan pavos como estos dos.

Cuando llegamos al local de completos, papás fritas, sopaipillas, etc, sugerí que la Lidia comprara para decirle al Alonso que atinara luego.

-No, qué paja. Compra vo.

-Pero Lidia, no seai mala onda. ¿Qué te cuesta? -le supliqué.

-Que vaya el Alonso.

-Pero yo le compré papas en la mañana. Y casi muero aplastado por el guatón kung fu de cuarto medio.

-Puta-se quejó la Lidia de nuevo-, ya, ¿qué van a querer?

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora