-¡Me da rabia!-se quejó la Nacha-. Le pedí al Señor Jesúcristo que me tocara bailar con un hueón rico, y me toca con el Alonso po.
Me reí.
-Supéralo.
-¡Es que no puedo! Tú tení suerte, Lidia, te tocó con un hueón rico.
-Ñe-hice una mueca.
-Al menos es más rico que el Alonso... No te molesta que me tocara bailar con él, ¿cierto?
Suspiré.
-¿Podí creer que no? Me dio lo mismo.
-Ya, ¿en serio?
Asentí.
-No sé qué onda, pero no me importa.
-Mmm... Fede-tosió falsamente.
-Ná que ver-mentí-. ¿Qué le habrá tocado bailar? ¿Y con quién?
-Hay que averiguarlo.
-¿Cómo?-entrecerré los ojos.
-Preguntándole po, ahueoná.
-Ni cagando. Nunca. Never.
-Entonces nunca vai a saber. Ah, verdad, cuando baile. Ahí vai a saber.
-Já. Oye-cambié de tema-, nunca me contaste del hueón que te gusta.
-Chucha, verdad.
-Cuenta al toque-la obligué.
-No creo que alcance a contarte en este recreo.
-Me seguí contando en la sala.
-Bueno. Ya. Es... un cabro... ocupado.
Enarqué una ceja.
-Ocupado, ¿en qué sentido?
La Nacha se tapó la cara.
-¡Dime!-insistí sacándole las manos de la cara.
-Es el pololo de mi vecina-dijo rápido.
Hice una mueca.
-¡Chuuucha! -remarqué como flaite las CH.
-Es entero mino-hizo un puchero.
-¿Qué edad tiene?
-No sé, unos... 17.
-Mmm...
-¿Qué puedo hacer?
-Y si te dejan, no lo pienses más-canté-, búscate otro más bueno, vuélvete a enamorar.
Esa canción de Raffaella Carrá es perfecta pa la Nacha.
-¿Por qué estai cantando "Para Hacer Bien El Amor Hay Que Venir Al Sur"?-preguntó el Alonso sentándose al lado mío en la banca del patio del colegio.
La Nacha se empezó a reír.
-Así no se llama la canción, Alonso-lo corregí.
-¿Cómo se llama entonces, Lidia?-me preguntó él.
-No sé, pero así no.
-¿Y por qué así no?
-Porque es un título muy largo, duh.
-Ah, bueno-se rió-. ¿Y por qué tan pesá?
-Uuuh-comentó la carbonera de la Nacha-. Bueno, yo los dejo para que conversen-dijo alejándose por el patio.
-¿Ahora me vai a decir por qué estai tan pesá conmigo? ¿Qué te hice?
Uy, me carga la gente que se hace la víctima.