IX

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(Alonso) Segunda parte.

Las cabras se fueron al paradero y yo me escondí para sapearlas. Si subían a alguna micro no tendría cómo seguirlas, no sé manejar como para haberle pedido el auto a mi papá, además tengo 15 y él me ensañará a los 17 a manejar. Tampoco podría tomar un taxi y decirle al taxista "siga a esa micro" porque no sé dónde chucha van estas cabras, y no me sobró plata tampoco para poder pagar un taxi. Hasta acá llegaría mi plan.

Me puse el gorro del polerón y caminé de vuelta a la casa de la Lidia. Había ido a dejarle el chocolate a su abueli y no me podía ir sin habérselo entregado. Pero entonces me di cuenta de que andaba con un polerón nuevo que las cabras no conocían y que además andaba con mis lentes de sol. Podía entrar a la micro sin que me cacharan.

Volví a mi escondite corriendo porque podía haber llegado la micro, pero las cabras todavía estaban ahí.
No podía escuchar nada de lo que hablaban, solo veía que ambas se reían. Típico. Ninguna actitud sospechosa. Y después me fijé en que andaban de negro. ¿La Lidia de negro? Qué raro. A ella no le gusta vestirse entera de negro porque dice que se ve más seria de lo que es, una volá así. Es entera rara mi amiga, pero igual la quiero. En fin, las dos andaban con polerones negros, pantalones negros y lentes negros. Y la Nacha con un gorro, negro también. Otra cosa rara de la Lidia es que no le gusta usar gorros, porque según ella, le quedan mal, y porque no le gusta que le de electricidad a su pelo. La Lidia y sus volás raras hueón.

Mientras pensaba en las volás de la Lidia, vi a las cabras subiéndose a la micro. No me di cuenta de que había pasado la micro, ni siquiera la escuché. Lo único que atiné a hacer fue correr y subir a la micro. El chofer me miró raro, pasé mi pase por la hueaita y miré para atrás. Las cabras estaban sentadas en el tercer puesto. Me tapé la boca con la manga del polerón, como todos los hueones moda de estos tiempos, y me senté justo detrás de ellas, para escuchar todo lo que hablaban. Estuvieron como unos cinco minutos calladas, raro. Pero después la Nacha empezó a hablar sobre su perrita que está preñada. Después estuvieron más tiempo calladas, sobretodo la Lidia. Algo le pasaba.

Inoportuna e inesperadamente, sonó mi celular. Y para mi mala suerte, no estaba en silencio, así que una canción de David Guetta empezó a sonar en toda la micro y las miradas se volvieron hacia mí, incluyendo a las de las cabras. Nuevamente me tapé la boca con la manga y corté. Era mi mamá. Después le mandaría un mensaje. Rápidamente puse el celular en silencio y lo guardé en mi bolsillo.

Mi pregunta aún era a dónde van las cabras. No podía seguirlas hasta el fin del mundo tampoco.
Recordé que tenía que bajarme dónde se bajaran ellas y sería sospechoso. Y si me bajo después las podría perder de vista. No sabía qué hacer. Bueno, quizás más gente se baje, así que aún puedo seguir con mi plan. ¿Por qué mierda no hay padrinos mágicos en Chile? Habría pedido ser invisible, o algo.

La micro paró en un paradero, obviamente, y ahí fue cuando las cabras se bajaron. Por suerte más personas se bajaron también, así que pude pasar piola al bajar.
Se bajaron en el Mall Plaza Vespucio, era obvio que iban para allá, soy entero hueón por no haber cachado antes.

Las seguí todo el rato hasta que al fin se sentaron en el Starbucks. Qué hispters el parcito.
Me senté al fondo para poder ver lo que hacían. Lo primero que hicieron fue ponerse los lentes de sol negros y después conversar. Nada raro, excepto lo de los lentes adentro del mall. No había sol adentro po.
Al segundo de haber pensado en que no hacían nada raro empezaron a hacer algo raro, mirar para todos lados, como buscando a alguien con la mirada. Después de hacer eso hablaron entre ellas, pero no podía escuchar nada porque estaba muy lejos, y tampoco soy bueno leyendo los labios. De un momento a otro, me percaté de que la Nacha me miró, pero no pareció reconocerme. Me tapé la boca de nuevo y bajé la cabeza porque las estaba mirando muy psicópatamente. Me metí al celular para simular hacer algo y aproveché de escribirle un mensaje a mi mamá.

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora