(Federico)
-Fede, despierta-me susurró mi madre mientras me tocaba el brazo para que despertara.
-¿Qué pasó? -le pregunté adormilado.
Mi mamá se quedó en silencio y su silencio me preocupó y despertó al mismo tiempo. Me incorporé de golpe en la cama y vi cómo las lágrimas se deslizaban por su cara.
-¿La abuela... está...?-balbuceé.
Ella asintió con la cabeza y comenzó a llorar en voz alta esta vez.
La abracé y le acaricié la espalda mientras mis lágrimas bajaban por mis mejillas. ¡Mi abuela estaba muerta por la cresta! ¡Mi abueli!-¿A qué hora...?-pregunté con un balbuceo nuevamente.
-A las 6:13-me respondió con sollozos.
Solté a mi mamá para poder ver la hora en mi celular. Las 6:37. Con razón estaba oscuro.
Prendí la lámpara que estaba en mi velador y observé a mi madre, seguía llorando y eso me partía el corazón, más de lo que estaba. Además, me percaté de que estaba vestida.-No hai dormido nada, ¿cierto?
-¿Cómo iba a dormir? Es el dolor más grande que he sentido en mi vida-sollozó nuevamente.
-Tranquila-la abracé una vez más-. Todavía me tienes a mí, yo nunca te dejaré sola, mamá. La abueli está descansando ahora, se lo merece, sufrió mucho...-me paré de la cama
No podía contener las lágrimas. Jamás lloro, nunca, ¡pero era mi abuelita! ¡Era como mi segunda madre!
-Mamá, tení que dormir un poco aunque sea... ¿Querí comer algo?
Mi mamá negó con la cabeza mientras contenía su llanto.
No sabía qué hacer ni qué decir. Además yo también estaba sufriendo. ¿Qué hago por la mierda?
-Te traeré... un vaso con agua.
Mi casa estaba oscura. No era la oscuridad de las típicas mañanas, era una oscuridad profunda, una oscuridad inexplicable.
Volví con el vaso con agua y vi a mi mamá dormida en mi cama. ¡Pobresita! Me da mucha pena verla así. Mi abuela era la persona más bacán de todo el mundo, no merecía morir. Yo podría haber muerto, no ella. No puedo soportarlo.
Me acosté al lado de mi mamita y me quedé dormido de nuevo, por suerte.**
Desperté y era de día. Eran los 8:39 de un triste domingo. Apenas dormí dos horas. Mi mamá no estaba a mi lado.
Me vestí terrible rápido, ni siquiera me había bañado, y no me importaba hacerlo. Fui a la cocina y mi mamá estaba seria y triste tomando un café, con la mirada fija en el vacío.
-¿Dormiste algo? -le pregunté sirviéndome leche con cereal.
-Algo-me respondió casi en un susurró-. ¿Y tú?
-Un poco...
-Tengo que salir un cuarto para las ocho...-me avisó.
-¿A dónde? -pregunté, pero al segundo de haberlo hecho, me arrepentí. Era obvio que sería algo relacionado con la abuela, qué hueón soy.
-Tu abuela...-susurró-. Está en la morgue.
-Oh...-qué ahueonao soy, hueón-. ¿Te acompaño?
-¡No! No quiero que la veas así...
-¿Y tú...?
Ella tampoco podía verla así. ¡Era su madre!
-Yo estaré bien-me mintió.