XXXIV

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(Nacha)

Apenas me bajé del auto del papá del Fede, me sentí culpable por dejar a mi mejora sola. La compadecía.

Avancé unos metros y saqué mis llaves. ¡Mis patas no daban más! Acomodé mi envase de helado en el brazo izquierdo mientras intentaba achuntarle con la llave al hoyo de la cerradura, porque estaba muy oscuro y no se veía nada.

-¿Y tú por qué vení llegando a esta horita?

Ah, no.

-Erí sapo, Bruno-le respondí choriá.

Este hueón pasa puro sapeándome. ¡Ya me tiene chata! Que se vaya con la vecina no más.

-Oe si no te ando sapeando-me dijo como si me leyera la mente-. Salí a fumarme un cigarro y te vi.

-¿Tan tarde?

-Es sábado.

Buen punto.

-¿Te alumbro? -me preguntó.

-Dale.

Saco su celular y puso la linterna. Ahí pude meter la hueá de llave en la cerradura, por suerte.

-Vale-le respondí.

-Oye...

-¿Qué?

-¿Quién te trajo?

-Mis suegros-bromeé.

-¿Estai pololando?

-Quizás. Ya chao-me despedí.

-Espera... ¿Y ese helado?

-Me lo compró mi pololo-bromeé nuevamente.

Él ni siquiera se rió, solo le dio una calada al cigarro y me miró.

-Bueno, ya me voy-le dije extrañada por su actitud.

-Buenas noches, linda.

¿Qué hueá? Este hueón está drogao. Entré a mi casa rápidamente porque me había dado miedo el Bruno. Estaba todo oscuro adentro de mi casa. Fui a la cocina y sonreí al ver un plato de comida. ¡Mi viejita me había dejado comida! Guardé mi helado en el refrigerador y comí lo que me había dejado mi mami.

Me preguntaba si la Lidia había llegado a su casa. Quizá qué hueá le había pasado a su papá que no nos fue a buscar.

Después de comer me fui a acostar con mi mami porque tenía frío, y ella justo despertó.

-¿Cómo llegaste? -me preguntó adormilá.

-Bien po.

-¿Quién te trajo?

-El papá de un amigo.

-¿Qué amigo?

-Un amigo de la Lidia.

-¡Nunca más te doy permiso para salir tan tarde! -me retó con voz de sueño.

-Bueno.

-Acuéstate.

Me puse pijama, me acosté a su lado y la abracé, y no sé cómo ni cuándo, me quedé dormida.

**

Abrí los ojos lentamente, pero me molestaba la luz, así que los cerré. Aunque cuando los abrí, caché que mi mamá me estaba mirando.

-¿Por qué me mirai? -le pregunté con los ojos cerrados.

-Porque estai tan grande mi Nachita-me acarició la cara.

Me siento bebé cuando mi mamá me hace cariño.

-De edad no más, porque de porte...-le respondí.

-¡Mi chiquitita!

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora