(Lidia)
Llegué a mi casa más cansá que la chucha, pero cuando vi un bolso en la entrada, se me asomó una sonrisa y fui a la cocina a buscar a mi abuelita.
-¡Abueli! -grité y la abracé.
-¡Lidita!
-Te extrañé mucho.
-Yo también, mi bebé.
Cuando deshice el abrazo con mi abuela, vi a mi mamá en el marco de la puerta, yo pensé que estaba trabajando.
-¿Dónde andabai? -me preguntó enojá mi mamá.
-Por ahí.
Me dedicó una mirada severa que decía "después vamos a hablar", pero no me importó. Tenía a mi abueli como escudo.
Después de tomar once con mi abuela y la pesá de mi mamá, decidí subir a mi pieza. No quería tener que soportar a mi mamá por más rato. ¡Me tenía chata!
Eran aproximadamente las diez de la noche y yo estaba acostá con la luz apagá. No tenía ganas de ver la Sherezade, solo quería mi celular y mi notebook. Sentía que me faltaba una parte del corazón sin esas hueás.
De repente se abrió la puerta de mi pieza.
-¿Estai durmiendo, Lidita?
-No, abueli.
Me incorporé en la cama y prendí la lámpara de mi velador.
Mi abuela cerró la puerta suavemente y se sentó a los pies de mi cama.
-¿Qué pasó? -me preguntó de una.
Suspiré antes de hablar.
-¿Mi mamá no te contó?
-Tú sabí cómo es tu mamá.
Le conté a mi abuela toda la historia, de que fui al carrete, omitiendo la parte en la que hubo onda con el Federico, y que después llegué a la casa y vi a mis papás abrazados.
-Pero deberíai estar feliz de que los chiquillos vuelvan-dijo mi abuela refiriéndose a mis papás.
-Sí, sí estoy feliz. El problema es que ninguno me explicó nada. Ni siquiera me fueron a buscar al carrete.
-Es que tu papá a veces es un tiro al aire.
-Puede ser, pero no me explicaron nada. Me vieron y después mi papá se arrancó y mi mamá me paró los carros y me dijo que no tenía por qué darme explicaciones. Eso es lo que me molesta.
-Igual tiene razón-la apoyó mi abuela-. No hay que presionarlos, si están juntos te lo dirán después.
-¡Pero abuela! Mi mamá me pide explicaciones a mí, pero ella no da el ejemplo. Además se hace la ofendía y... me tiene chata.
-Algo más te pasa.
-¿Qué? ¡No!
-Te conozco como a la palma de mi mano.
Ella tenía razón, me pasaban muchas hueás más, pero no podía decirle. Hay cosas que uno no le puede contar a su abuela por más que le tenga confianza.
-Pelié con la Nacha. Y con el Alonso.
-Con razón.
-Además tuve problemas con la Ágata-agregué.
-¿Qué te hizo ahora esa cabra de mierda?
-Me manipula, ¡me tiene cansá! Lo único que quiero es que se acaben las clases-me tapé la cara.