VI

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(Ágata)

Sabía lo que me esperaría al llegar a la sala. Ayer mi grupito informante me avisó que la maraca culiá de la Lidia pasó todo el día con mi pololo.

¡La odiaba más que la chucha!

Cuando llegué me senté con un hueón que siempre se me pela, para que al Alonso le dieran celos cuando nos viera juntos. Siempre le tuvo celos a ese hueón, así que suponía que funcionaría.

Ya sabía que el Alonso fue el que terminó conmigo, pero estaba segura de que volvería a mis brazos. No creía que se comiera a la desabría de la Lidia. No tenía ni un brillo esa hueona. Era pesá y fea. ¡No la soportaba!

Además ella sapeó mi celular con la culiá de su amiga. Se me hizo más que la mierda cuando se me perdió mi celular, y estaba 100% segura de que esas dos hueonas me lo sacaron. Debían haber visto mis fotos, mis chats en WhatsApp, mi Facebook, y todas mis hueás. Ahora le tenía patrón, por cualquier cosa.

Tenía que vengarme de esas maracas culiás. ¡No tenían derecho a sacarme el celular por más mala que me tuvieran! Era violar la privacidad de una persona. Me acordaba y me da rabia. ¡Me iba a vengar de las conchesumadres, hueón!

El Alonso y la Lidia llegaron juntos. Los miré feo y me empecé a reír súper fuerte con el hueón que se me pelaba, para que al Alonso le dieran celos, pero no me sirvió mucho, porque los hueones entraron a la sala a dejar sus hueás y después salieron. Quedaban 5 minutos para que tocaran la campana y tenía que hacer algo pronto para que la Lidia no estuviera con mi pololo en el recreo. ¡No soportaba verlos juntos! Era obvio que la hueona le tenía ganas, e igual ellos tenían onda, podría comérselo, pero conociéndola, no creía que fuera tan maraca como para comérselo solo días después de terminar conmigo. Sabía que como ella se creía una santa, no lo haría.

La clase pasó extremadamente lento. Y más encima a cada rato la profe retaba a los hueones de la Lidia con el Alonso por conversar tanto. ¡Y delante mío! ¡O sea, hello, la polola está aquí y soy yo!
Por suerte casi nadie sabía que habíamos terminado, aunque algunos copuchentos lo sospechaban, o también podían pensar que estábamos peleados.

En el recreo empezó mi venganza.
Fui en busca del profe jefe que estaba en una banca comiendo manzana.

- ¡Hola, profe! ¿Cómo está? -me senté a su lado.

-Hola, Ágata. Bien, gracias, ¿y tú? -masticó su manzana.

-Bien igual. Sabe que...quiero hablar con usted.

-Dime -me miró intrigado.

-Eh... el lunes -suspiré-. Yo estaba tranquilamente en mi puesto, y llegó la Lidia y...

- ¿La Lidia? -preguntó sorprendido.

-Sí. Llegó y se sentó a mi lado. Me empezó a molestar, y de la nada, dio vuelta su jugo en mi polerón. Me manchó entera.

-Pudo haber sido un accidente -la justificó él.

Agh. ¿Por qué todos defienden a esa mosca muerta? No es una santa, ¡¿cómo no lo entienden?!

-Eso no es todo -tragué saliva-. Después se fue con mi celular, y lo intruseó con la Ignacia. Yo al principio no me di cuenta de que me lo había sacado, porque estaba preocupada de secar mi polerón. Pero después me di cuenta de que mi celular había desaparecido, bueno, lo tenían ellas, y apareció en el almuerzo.

- ¿Cómo sabes que te lo sacaron ellas?

-Porque las vi. Estoy cien por ciento segura, profe.

-Pero te lo devolvieron y no...

Enamorá de un ahueonaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora