Capitulo 17

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De nuevo sentía la superficie bajo suyo dura, pero además tibia, un calor relajante.

Su cuerpo se mecía, sintió como su cuello comenzaba a doler con un poco de trabajo se incorporó, y se llevó la mano a la zona afectada en su cuello. Parpadeó un par de veces y se acomodó el puente de los lentes, miró por la ventana y pudo divisar un gran letrero al otro lado del cristal

"Bienvenidos a Woodside"

No le costó nada caer en que se encontraba en un autobús de regreso a casa, una oleada de tristeza lo invadió, hogar, dulce hogar, pensó con ironía.

Chris se mantenía con los ojos cerrados a lado de él, tenía los auriculares puestos Joel se preguntó si estaría durmiendo o sólo escuchaba música con los ojos cerrados.

Antes de que pudiera pensar en más posibilidades, el castaño "despertó" y le miró con una ligera sonrisa, procedió a quitarse un audífono, ofreciéndole el otro, Joel lo colocó donde debía, escuchaba una tonada viva, con una voz suave.

El transporte se detuvo en una pequeña estación y abrieron las puertas puesto que era viernes y el sol ya se ocultaba, no los dejarían en la escuela. Joel y Christopher fueron los únicos en bajar, ya que los demás procedían de pueblos cercanos.

Sin poder objetar nada al respecto debido a la terquedad del castaño, Joel permitió que le ayudara con su pequeña maleta.

-¿Dónde vives?- le preguntó Christopher.

-Al otro lado de la avenida Aumel a tres manzanas del Coffee Cafe- aclaró Joel.

-Cerca de la escuela- agregó Christopher -yo por la ladera, cerca del bosque, a dos calles de la heladería de John-

-Amo esos helados- comentó Joel deteniendo su camino -Yo voy hacía la derecha, tú a la izquierda-

-Ah, sí-

Christopher le entregó su maleta, y una pequeña sonrisa se instaló en ambos rostros, él mayor procedió a sacar algo de su chamarra para entregárselo a Joel.

-Es mi número- explicó Christopher extendiendo un papelito.

El rizado miró de par en par el pequeño papel que ahora sostenía entre sus dedos, entonces Chris pretendía continuar con su relación de amigos.

Por un lado eso suponía un gran alivio para Joel, significaba que nada quedaría en el olvido, sin embargo, una oleada de nervios lo acogió

¿Cómo se tratarían ante todos?

¿Sólo se saludarían casualmente en la escuela?

¿Se hablarían para quedar en otros lugares?

¿Los verían mal por ello?

Sólo sería una simple amistad y ya era golpeado por demasiadas dudas.

No debía comerse la cabeza con preguntas que por ahora no tendrían respuesta, no quería, pero no podía evitarlo.

Siempre era así, le faltaba demasiada confianza, toda la que seguramente poseía Christopher.

Antes de que se diera cuenta, el ojimiel comenzó a cortar la distancia entre ellos, convirtiendo el ahora escaso espacio en algo peligroso, en algo hipnótico, en algo que provocó una taquicardia histérica en el rizado.

El rostro de Christopher ahora estaba a unos pocos centimetros de él, Joel cerró los ojos de golpe y con una fuerza casi absurda, apretó sus párpados manteniendo sus ojos cerrados, contuvo la respiración justo cuando casi podía sentir los labios ajenos sobre los suyos, y sin embargo, estos nunca llegaron.

Al menos no en su boca, ya que pronto sintió el roce suave y dulce de un beso tierno en su nariz.

A pesar de no ser lo esperado, resultó más arrollador que cualquier otra acción proveniente del castaño. Sólo en ese gesto podía apreciar una amabilidad y dulzura alarmante, algo completamente nuevo para Joel, tal vez algo que había estado esperando desde hacía mucho.

Su corazón latía desbocado cual corredor acabando un maratón de mil metros cuadrados. Su respiración estaba descontrolada, sus nudillos se tornaron blancos ante la fuerza adquerida por los puños formados a lado de su tenso cuerpo. No sabía cuanto tiempo más podría mantenerse en pie.

Abrió los ojos, primero uno, después otro. Christopher estaba ahí con una gran sonrisa, y Joel alcanzó a percibir ternura en su gesto.

-Yo ya sé el tuyo, no preguntes- dijo para sorpresa del rizado. Se comenzó a alejar en un pequeño trote -¡Hasta pronto!-

Fue lo último que le escuchó decir después de que se alejara corriendo.

Era una locura.

Una completa locura.

No se podía estar cuerdo al momento de hacer eso, al menos no para él. Quien desde muy chico cerró las puertas de su corazón y confianza bajo llave y demasiados candados. Y ahora en sólo una semana un completo desconocido, alguien que ni en sus más remotos sueños imaginó relacionarse, era quien le tenía caminando lento, en medio de la oscura calle, en medio del tremendo frío, con una sonrisa boba que sus labios dibujaron tras la despedida momentánea con Christopher. No podía dejar de pensar en él, y tampoco es como si quisiera.

Caminaba sólo por caminar, y conforme avanzaba todo lo que iba apreciando, las estrellas, el deslumbrante cielo nocturno, el cantar de los grillos, le parecía maravilloso y espectacular. De alguna forma, el asombro de que todo ahora le pareciera precioso, aún sin saber porqué, le distrajo y no le dejó notar que un desconocido calor se instalaba en su cerrado corazón, un hormigueo relajante de un sentimiento hermoso pero también destructivo.

Ni siquiera recayó en lo que significaba el que estuviera yendo a casa, donde seguro tendría que afrontar al fanfarrón de su padre. Tampoco cuando abrió la puerta y el susodicho le dedicó una socarrona sonrisa y un nada amigable, se dio cuenta que su vida de monotonía regresaba, estando en su habitación todavía con la sonrisa en sus labios, se sentó en su escritorio y sacó de un cajón una pequeña libreta. Comenzó a escribir lo poco que tenía de la nueva canción.

[...]

Irritante, eso definía el sonido que le sacaba de su placentero sueño, al sonido que le obligaba a despertar. Y lo peor es que no era la alarma, un nuevo sonido agregado a la lista de odio. De mala gana cogió el móvil y deslizó la pantalla del lado verde para contestar.

-¡Maldito mal amigo! ¡No me llamaste en días! ¡Y ahora que regresas siquiera me llamaste para saludar!- chilló la voz de Yoandri al otro lado de la llamada.

Joel tuvo que alejarse un poco la bocina de su oído para que no sufriera daños.

-Con un perdón no te bastará, ¿Verdad?- dijo con voz conciliadora, un tanto temeroso por la furia de su mejor amigo pero con una sonrisa divertida.

-¡Un perdón no endulza mi vida!- gruñó Yoandri.

-Pfft...- Incapaz de contenerse la risa, Joel se carcajeo, lo cual incremento al escuchar los gruñidos, quejas y maldiciones infantiles que le lanzaba su amigo -En verdad te extrañé Yoyo-

Y era verdad, a pesar de todo lo que había pasado con Christopher, quien en ocasiones le hacía olvidar el mundo, escuchar la agradable y familiar voz de Yoandri le tranquilizaba y lo hacía muy felíz.

-¡Pamplinas!-

-Oh, sabes de la existencia de esa palabra... -se burló Joel haciendo enojar más a su amigo.

Entre risas, insultos y pláticas con Yoandri, pasó su mañana del sábado.

Como si no nos hubieramos amado || VirgatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora