Capitulo 38

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JOEL

La escasa penumbra me obligó a despertar. Sentía que mis párpados pesaban toneladas, y la irritación en mis ojos me impedía separarlos del todo. Quizá fue mala idea quedarme llorando toda la noche.

Después de tomar una rápida ducha mañanera para depejarme, y de siquiera comer algo de desayuno, me alisté para la escuela. A punto estuve de ir por mi mochila, cuando recordé que se supone hoy no iría. Justo cuando me asomé en la ventana, pude ver como Christopher llegaba corriendo y sin aliento. Casi me carcajeo al ver como se inclinaba con dificultad, apoyando sus manos en las rodillas, jadeando. Tuve que llevar una mano a mí boca reprimiendo una risotada, cuando se incorporó acomodandose su chamarra, y acomodando su castaño cabello.

Me causo mucha gracia ver como se ponía en marcha con una caminata normal derecho a la puerta de la casa, como si no hubiera sucedido nada. Cerré la cortina de la ventana, mordí mí labio inferior mientras sonreía esperando a que tocara. Así lo hizo, e instantes después le abrí.

-Buenos días- saludó y en menos de un segundo ya estaba sobre mi, apoyando sus labios sobre los míos.
No pude evitar arder de vergüenza. Era algo que aún no me creía, un recordatorio de lo grandioso que resultaba. Sin embargo, tampoco dejé de sonreír con la cabeza gacha.

-Buenos días- respondí saliendo con él, y me dedicó una de esas sonrisas que tanto adoraba.

Resulta que su plan era pasar el resto del día en la ciudad. Tomamos uno de los pocos autobuses que habían en la estación de Woodside, y nos pusimos en marcha. Dentro del bus sólo se encontraban un par de personas más en los asientos delanteros, ya que muy pocas veces alguien salía del pueblo. Igual que siempre, tomé lugar en la parte de hasta atrás a lado de la ventanilla.

-Te gusta este lugar, ¿Verdad?- preguntó Christopher, sentándose a un lado.

-Sí, está cerca de la salida. Y es la parte que suelen tomar al último- contesté.

-Tienes razón, hay más privacidad...- Su tono de voz, por de más lasciva, me advertía que algo grande venía. Estiró su brazo derecho, el que estaba lado mío, hacia arriba, para luego posicionarlo al rededor de mí espalda. Giré un poco mí cabeza, viendo de reojo la mano colocada con descaro en mi cintura. Y por si eso no fuera poco, al momento de voltear para reclamar, me besó. Fue rápido, y sólo una ligera presión de labios, pero eso no le impidió hacer un chasquido bastante ruidoso de sus labios al instante de besarme.

Sabía de sobra que muchas de las cosas que hacia eran sólo para ver mis reacciones. Y juraba que en
algún futuro, muy lejano quizá, me vengaría de todas las que me ha hecho.

Me removí en mi asiento incómodo. Lo único que podría hacer por el momento para darle una reprimenda, era ignorarlo. Fijé mis ojos en el paisaje que recorriamos, viendo cómo las casas de las orillas de Woodside cada vez eran menos. A pesar de cuanto intentara llamar mí atención Christopher, seguía prestandole toda a lo que se veía a través del cristal.

Hasta que se rindió con un infantil puchero que logré ver de soslayo, lo cual provocó que esbozara una ligera sonrisa que borré de inmediato. Pero de pronto, ya tenía su cabeza recargada en mí hombro, me tensé ligeramente, carraspeé la garganta, en un mísero intento de ocultar mí acelerado pulso.

Respiré y exhalé. Este viaje sería muy largo.

[...]

La ciudad, como era de esperar, se encontraba atestada de gente, cosa a la cual yo no estaba acostumbrado, así como al constante ruido de los coches del tráfico, y el sin fín de lo letreros de publicidad. Sin embargo, Christopher se las había ingeniado para arrastrarme en las zonas menos concurridas. Puede que el viniera más seguido.

Como si no nos hubieramos amado || VirgatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora