Capitulo 31

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-Hola-

-¿Velez? -. La voz de Zabdiel, ¡Rayos! Contesté sin revisar.

-Ah, Zabdiel...-

-¡Buena esa bro!- Su voz se escuchaba, ¿Feliz?

-¿Eh?-

-¡Montaste toda una escena de héroe! Ese imbécil sí que creerá que estás enamorado, pero oye, no debiste ser tan rudo con los chicos. Pudiste haber avisado y hubieran hecho algo montado-

Ganas no me faltaron para saltar de gusto. Lo malinterpreto y lo dejó pasar, ahora sí, podía suspirar totalmente aliviado.

-Sí, ya sabes, soy el mejor en esto-

-No seas engreído que también eres el único. Bueno, luego te hablo, tal vez no haya mas instrucciones hasta la próxima semana. ¡Bye, bro!-

Algo muy parecido al asco de las náuseas me consumió.

No seas engreído que también eres el único.

Esas palabras eran ciertas, sólo yo cobro por ese tipo de servicios... Sentándome de nuevo a lado de Joel, junto con un profundo malestar comencé a custionarme con verdadera seriedad la razón de mis acciones. Ahora, en este preciso momento, la idea de lo que hacía me parecia despreciable, ruin. No lo entiendo, ¿Por qué justo ahora pensaba en ello?

Nunca antes tuve problemas al hacer esto y aquello con tal de ganar un poco más de dinero. Aunque tampoco era que lo necesitara, mi familia estaba bien establecida, todo marchaba bien en ella. Una punzada en mi pecho me sobresaltó, tragué saliva nervioso ante el agudo dolor apenas perceptible, llevé una mis manos a lado donde debería estar mi corazón; instintivamente miré al rizado que aún yacía dormido, otra punzada, respiré hondo. ¿Qué era?
Tal vez me estaría enfermando...

¿Por qué mi corazón latía de esta forma tan desconocida al ver a Joel?

¿Por qué esa inquietud ante lo que le estoy haciendo?

Cortando con mi extraña confusión, Joel frunció el entrecejo apenas un poco, despertando paulatinamente. Mí respiración se agitó, ¿¡Pero qué...!?

-¿Christopher?- susurró con trabajo.

-¿Qué sucede? ¿Te duele algo? ¿Quieres que llame a la enfermera?- hablé extrañamente exasperado.

-No... estoy bien. Sólo tengo un poco de sed-

Con la mirada busqué algo que tuviera un poco de agua, encontrando una pequeña jarra y una pila con vasos de papel en forma de cono. Le ayudé a beber levantando su cabeza.

-Gracias-

Me dijo al tiempo que se volvía a recostrar con cierta dificultad. Me senté en el banquillo sin dejar de observarlo, los raspones en su cara me producían un raro malestar.

-¿Asma?- cuestioné, a decir verdad, enfadado por no enterarme antes con sus propias palabras. Bueno, puede que sea su primer...

-Lo siento- murmuró cortando mis pensamientos -pero es que no había tenido un ataque desde los doce...y la verdad no lo creía importante...-

-¿Qué no qué?- dije con voz dura, más de lo esperado -¿Estás bromeando cierto?- Me miró sorprendido ante mi brusca pregunta. -¿Sabes qué habría pasado si la enfermería hubiera estado cerrada?- continúe -¡Yo no habría podido saber que el café alivia los ataques asmáticos!- exclamé levantándome del banquillo, llevé una mano a mi cabello moviendolo hacia atrás en un intento de tranquilizar mi irracional enojo.

-Lo... lo siento- musitó bajando la mirada y comenzando a juguetear con sus dedos. Suspiré rendido, reclamar no tenía caso.

-Es sólo que estaba realmente asustado, creí que algo muy malo te pasaba, tuve mucho miedo- Acabando de hablar fue cuando me dí cuenta de la magnitud de esas palabras. No pensé en ellas, tan sólo salieron como si hubiesen sido la exposición inconsciente de lo que en verdad sentí.

Como si no nos hubieramos amado || VirgatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora