CAPÍTULO 18: SU OSCURO CORAZÓN

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"Y si no puedo arreglarte, romperé todo lo que te rompe"

Ainhoa

Por más que insistí, pelee, amenacé y lloré; ni Dumbledore ni los esposos Flamel soltaron palabra alguna acerca del gran secreto que tenían, mi intuición me decía que era acerca de mí y que era algo que no me iba a gustar para nada. Estuve con Riddle mirando el techo y conversando hasta que se quedó dormido, su magia aún estaba algo débil pero su físico comenzaba a ser más saludable en comparación a cómo llegó. Entre sus brazos me siento tranquila como si toda la ansiedad que siento desapareciera, nunca pensé que la paz que mi alma necesitaba la iba a encontrar en el peor de mis enemigos. Me giré un poco y pude observar su perfil adormilado; su piel había recuperado color, su cabello volvía a estar perfectamente peinado y sus labios eran rojos nuevamente, rojos como las cerezas.

Por impulso deposité un casto beso en sus labios, con cuidado retiré el brazo que tenía en mí y salí de la habitación tratando de hacer el menor ruido posible. Sin voltear a ver a nadie salí de la casa, ni si quiera tuve ganas de despedirme de Perenelle, ella sabía lo que Albus guardaba con tanto recelo sobre mí y no era capaz de decírmelo. La fresca brisa Francesa golpeaba mi rostro con suavidad, llegué a una calle que recordaba vagamente de mi infancia, de una de las tantas veces en que había ido con mis padres. Pase al lado de un pequeño puesto en donde un hombre no mayor a los sesenta años vendía candados de infinidad de tamaños, formas y colores. Uno llamó mi atención en particular. Era circular con una serpiente grabada en medio, el ojo que lograba verse era de una pequeña piedra color ámbar, pregunté el precio y le entregué el billete al vendedor diciéndole que conservara el cambio. Emprendí nuevamente el camino, iba demasiado concentrada en el pequeño candado que no me di cuenta ni en qué momento llegué a la maya del Puente de las Artes, lo guardé en uno de mis bolsillos y apoyando las manos en la maya me detuve a observar el claro azul del Río Sena. La luna ya había aparecido, le daba un aire de misticidad al ambiente, suspiré agotada habían sido días llenos de emociones. La maya estaba abarrotada de candados de diferentes formas y tamaños, todos guardaban una promesa o un secreto en ellos y aunque duela reconocerlo tenía un secreto más que se refugiar en ese puente, éste era quizás el secreto más importante y escandaloso para mi cordura. Rebusco en los bolsillos de mi abrigo el pequeño candado.

-¿Buscas esto?- Levanto la mirada sin ningún apuro, tratando de ocultar mi sorpresa al verlo. Sus ojos me atrapan y me trago las ganas de llorar al ver al motivo de que haya comprado aquel candado, parado frente a mí.

-Eso es mío.- Mi voz suena monótona, casi aburrida, sin vida. Me doy cuenta de ello y agrego una pequeña sonrisa de lado, lo que hace que él suspire y me devuelva el gesto.

-¿Sabes?- Avanza un paso en mi dirección.- Estos candados no solo guardan secretos, los enamorados también los usan como un símbolo de promesa. Los muggles tienen la creencia de que el metal de este pequeño objeto es capaz de soportar una promesa.- Se encoge de hombros, su rostro vuelve a su seriedad de siempre.

-Ah.- Me giro nuevamente hacia el río y finjo no escuchar sus pasos acercándose.- No sabía eso Riddle, no sabía que eras un romántico sin remedio.- Escucho como suelta una carcajada y no puedo evitar sonreír al escucharlo, vivo.

-Te prometo...- Duda un poco en lo que dirá.- Te aseguro, como se lo aseguré a ella, que jamás dejaré que te lastimen o te hagan daño.- Siento la seguridad inquebrantable con la que dice aquellas palabras, sé perfectamente que por ella se refiere a mi madre. Me abraza por la espalda, siento su aliento en el lóbulo de mi oreja, vacila en decirme lo siguiente y espero sin mover un solo músculo a que se decida.- Te...- Carraspea un poco, es como si la garganta se le hubiera secado de repente.- Te amo, Grindelwald.

Almas de Fuego [Tom Riddle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora