CAPÍTULO 20: LA PRINCESA DE HIELO

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"Estaba a un latido de perder la cordura. La muerte asomaba su oz sin remordimiento alguno y en el último aliento de su boca, aprisioné su esencia en mi memoria."

AINHOA

Parpadeé un par de veces para acostumbrarme a la poca luz que entraba en la habitación, me desperecé y me senté en la cama observando cada detalle del dormitorio de Tom.

Los recuerdos de la noche anterior se reproducían como una película en mi mente, cada beso y caricia podía sentirlos arder en mi piel. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan tranquila, tan feliz. Sin querer había aprisionado el collar con los dijes de las reliquias y las lágrimas de fénix entre mis manos, una ola de culpa me invadió sin poder evitarlo.

Me levanté de la cama envuelta en las sábanas, busqué mi ropa y me cambié. Riddle era alguien muy ordenado y pulcro, cada cosa tenía un lugar preciso y casi inamovible, una característica de su obsesiva y controladora personalidad. Deslicé una mano por los lomos de todos los libros que tenía en su pequeña biblioteca, eran títulos que ya había leído; pero había uno de ellos que estaba ligeramente fuera de lugar, no tenía un título ni en el lomo ni en la portada, lo saqué y eché un vistazo rápido. Era el libro que contenía el conjuro de los horrocruxes, ni bien lo tuve entre mis manos pude sentir la magia oscura que lo envolvía. De ninguna manera dejaría ese libro ahí. Estaba por salir cuando vi su diario sobre el escritorio, la curiosidad me llamaba, abrí la puerta para asegurarme que no estaba por ahí cerca y me senté en la cama con el diario entre mis manos. La última vez que había escrito fue el mismo día en que Grindelwald nos atacó en el bosque oscuro, hablaba del beso y de lo extraño que se sentía conmigo. Fui leyendo cada página de su diario, no pude evitar sonreír de medio lado al leer cada pensamiento contradictorio y dudas que tenía Riddle desde que me conoció; pero, la sonrisa se me borró de golpe al llegar a confesiones más antiguas donde hablaba de la cámara de los secretos, de los caballeros de Walpurgis y los primeros bocetos de la marca tenebrosa, el conjuro Morsmordre.

Eso me hizo pensar en que si bien Riddle estaba enamorado de mí, nada me aseguraba que dejaría sus inclinaciones hacía la magia oscura. Suspiré, era momento de enfrentarlo, le mostraría ambos libros y pediría explicaciones. No podía matarlo, ya no era una opción; pero, si él elegía ser quien iba ser, no tendría más opción que hacerlo, aunque una parte de mí se fuese con él.

Tomé ambos objetos y salí de la habitación, me dirigí hasta mi dormitorio sin importarme los susurros de los chicos que me veían salir del dormitorio de Tom. Sentía un leve hormigueo en la nuca, decidí ignorarlo. Necesitaba hablar con Riddle antes de que las clases se reanudaran mañana, entré en la habitación sin importarme si mis amigas estaban o no despiertas.

-Dale más duro, no te trajiste abajo la puerta Ainhoa.- Puse los ojos en blanco al escuchar el comentario de una somnolienta pero ya arreglada Walburga. Decidí ignorarla. Lucretia y Anastasia salían del baño hablando de algo que no alcancé a escuchar.

-Por Merlín, estaba a punto de hablar con Dippet de tu desaparición Ahni.- Lucretia me abrazó y le regalé una sonrisa tranquilizadora.- ¿Se puede saber dónde rayos has pasado la noche?

-Solo les diré que fue una maravillosa noche.- Les guiñé un ojo, cogí el uniforme y me dirigí al baño.

-Anhi, ¿Te esperamos para ir al Gran Comedor?- miré los libros de Riddle que había dejado en la cama antes de bañarme, los había hechizado para que no pudieran abrirlos ya que mis amigas eran muy curiosas. Necesitaba pensar en cómo encararía a Tom.

-No, demoraré un poco aún y sé cómo se pone Walby por las mañanas cuando no consume su ración de Budín de Yorkshore.- Todas sonreímos a excepción de la nombrada que solo pone los ojos en blanco.

Almas de Fuego [Tom Riddle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora