Capítulo 2

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"Recuerdo la primera vez que tuve sexoTodavía guardo el recibo."

Groucho Marx


—Mi madre tiene que pagar la renta el próximo lunes y no tiene el dinero suficiente.

—¿Cuánto debe?

Sax levantó el rostro hacia Miden, comprendiendo por fin el porqué del humor tan contrito que su amigo tenía desde que llegó a su  departamento.

—Este es el cuarto mes que no paga. El dueño le dijo que, si esta vez falla, nos va a lanzar.

Sax no supo qué decir. De modo que no dijo nada. Llenó el vaso de leche que tenía en la mano.

—¿Quieres? —ofreció.

"Por supuesto que no quiere". Sax lo sabía. Cuando se tiene ese tipo de problemas, no entra nada en el estómago. Se siente un nudo apretado que no deja pasar ni el aire, ni la saliva que sabe amarga.
Es el sabor del miedo.

Durante el silencio, Sax pensaba cómo podría ayudar a Miden.

Para su desgracia, conocía bien ese sentimiento de impotencia e incertidumbre.
No pasó tanto tiempo desde que tomó las riendas de su vida y no le iba tan mal.

Pero antes de que su madre fuera a dar con todos sus huesos a la cárcel, cuando se hacía cargo de él, —de modo tan negligente, por cierto—, fueron muchas las veces en las que sintió ese mismo miedo que veía en las mejillas tensas, los labios pálidos y las manos en puños de Miden.
En ese bailoteo nervioso de su pie contra el suelo.
Era una sensación horrible, el vértigo ante el desamparo. No saber qué será de uno al día siguiente. Miedo al hambre, al frío, a la miseria.

Pensando en los recuerdos y en las posibilidades, Sax bebió la mitad de su vaso de leche fría, tan reconfortante como siempre.
En su pequeño departamento de azotea siempre hacía calor, aunque tuviera las ventanas abiertas.
Los años de mala comida, —y eso, cuando tenía suerte y podía comer—, le dejaron un estómago delicado.
La leche era una de las pocas cosas que nunca le causaban dolor.

—¿Has comido algo?

Miden negó.

Sax terminó su leche y llenó el vaso de nuevo, guardó el resto en el refrigerador y alcanzó el bote de chocolate en polvo.
Agregó suficiente como para obtener una bebida oscura y batió con fuerza.

Acto seguido avanzó por la habitación, se puso en cuclillas frente a Miden que permanecía sentado en la cama de Sax,  con los codos en las rodillas, la vista clavada al piso y el peso del mundo sobre los hombros.

Llamó su atención buscándole la mirada y entregó el vaso frío, coronado de una delgada capa de espuma a Miden que le agradeció con una sonrisa hermosa pero llena de tristeza.

Mientras hacía el esfuerzo por beber, enternecido por el detalle de Sax de saber que la leche le gustaba con chocolate y solo para él, tener un bote en casa, ya que Sax  bebía la leche sola y lo más fría posible.

Medio satisfecho por esa sonrisa, Sax se incorporó con un giro ágil y acercó la silla más próxima de su diminuto comedor. Tomó asiento a horcajadas en ella, recargó los brazos cruzados uno sobre otro en el respaldo y observó a su amigo.

Siempre le pareció atractivo.
Tal vez, eso era quedarse corto. Miden era hermoso.

Desde niño le parecía que era la persona más bonita sobre la tierra. Y esa opinión no cambió conforme crecieron.

Ambos tenían seis años al conocerse y se volvieron los mejores amigos. Ocurrió
cuando Carissa, la madre de Miden, brindó alojamiento, por unos meses a Marjorie, la madre de Sax.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora