Capítulo 24

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"Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe.”

Miguel de Unamuno


—En mi opinión, la vigilancia podría ser reforzada con un...

—Perdona, Evan —. Bruno Vitelli interrumpió a Hadrien a la mitad de la frase, extendiendo la mano hacia el nuevo ejecutor, que guardó silencio. Su inflexión era la de alguien que se sabe superior y no tiene reparo en
demostrarlo—. ¿En calidad de experto de qué cosa, viene este... lobo perdido, a emitir un dictamen de seguridad?

—Déjalo hablar —pidió Evan a Bruno. Aunque fue tan amable como siempre, su voz ya contenía un toque de exasperación—. Continúa Hadrien —pidió Evan, mientras tomaba notas en su inseparable y gran libreta.

—... circuito cerrado. Perimetral —concluyó con voz plana.

Antes, cuando Evan, Konrad y Hadrien entraron a la sala de reuniones, John Nicker, Henry Larsson y sobre todo, Bruno Vitelli lo observaron con una gama de sentimientos claramente mostrados, que iban desde la indiferencia hasta el desdén profundo, merecido, por supuesto. El mismo Hadrien haría lo mismo si estuviera en el lugar de ellos.

Sus gestos de desagrado empeoraron cuando Evan les informó que Hadrien se incorporaba al grupo como ejecutor. Por consideración al nido de sus Omegas, no se mudaría a la casa Lennox hasta después de que nacieran sus cachorros. Mientras tanto viviría en la casa Stengel, pero participaría en todos los actos, reuniones y trabajos del consejo.

Obviamente, para ellos no representó la buena nueva que era para Evan y Konrad.

Y para empeorarlo todo, le pidió que compartirá con ellos las "importantes observaciones" que hizo respecto a la seguridad; "comenta con ellos lo que me hiciste notar".
No se atrevió a negarse. Pero no estaba preparado para ello.

De acuerdo; sabía una o dos cosas al respecto de las tecnologías de seguridad más comunes, cosas que aprendió en sus diversos empleos. Sabía tender cableado, instalar circuitos cerrados, monitorear cámaras, etc. Nada del otro mundo.

En su currícula constaba también su habilidad de volar ebrios; muy alto y por varios metros.
Aterrizaban bastante lejos de la entradas del bar en turno, lo que en el medio era celebrado con aplausos.

Hadrien era un tipo grande, malo y fuerte. Conseguir colocación en áreas de seguridad debido a su apariencia era fácil.

Pero de eso a ser experto había un gran trecho. Evan no debió venderlo como especialista en seguridad, simplemente porque no lo era.

Por fortuna para él, en algo que sí tenía mucha experiencia era en lidiar con insoportables, altaneros, estúpidos y desagradables humanos a cambio de un salario o de un lugar para dormir. A eso le debía el buen control que tenía de su temperamento. Porque salirse de sus casillas era peligroso entre humanos. Su vida era muy fácil de extinguir. Era breve y frágil.

A los humanos les gustaba provocar, a veces se golpeaban entre ellos por tonterías. Pero eran como cachorros, en su mayoría. Otros en cambio eran como renegados; sanguinarios, aniquilando sin razón a otros de crueles maneras.
Pero él era un lobo adulto; si perdía el temperamento, no quedaban sobrevivientes.

Y Bruno no era peor que cualquier otro imbécil con poder.

—¿Y de qué nos va a servir algo tan costoso y superfluo en la puerta? —preguntó de nuevo. Frente a él tenía una carpeta de piel negra, muy elegante. La abrió con parsimonia y pasó algunas hojas, como si buscará datos que en realidad sabía de memoria —. Somos una de las manadas más prósperas. No hay robos en esta ciudad desde hace casi seis años —. Puntualizó una cifra entre muchas, golpeando con su costoso bolígrafo una hoja impresa llena de números. —. Contamos con un cuerpo policial de veintiséis elementos, en tres turnos, compuesto por Alfas menores—. Cerró la carpeta y miró a Evan—. Al respecto, sabes mi opinión. Solo sirven para pasear en las calles presumiendo esos caros trajes negros —. Observó a Hadrien, con paciencia fingida, como si tuviera que justificar los caprichos de un jovenzuelo consentido e impertinente. Señaló con un gesto a su líder —. Fue suya por cierto, la insistencia en gastar tanto en sus uniformes. Nuestro querido Alfa Mayor desea tener "toda la protección que se requiera" para la manada. ¡Cómo si nosotros no pudiéramos protegerla! —Era evidente que el tema incordiaba al grupo. Bruno levantó la voz ante los sonidos de hartazgo de todos —. ¡Es un lujo! ¡Y cuesta una fortuna! Es, como muchas otras cosas aquí, algo por completo inútil.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora