Capítulo 19

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"La única fidelidad se la debemos al cuerpo que habita nuestros deseos."

Ángeles Mastretta

Sax estuvo saciado, desnudo y descansando sobre el pecho de Hadrien no supo cuánto tiempo.
El gran hombre era cálido en todos los aspectos.

Pero la noche caía y refrescaba. Y sus pieles cubiertas de sudor se estremecieron.

Fue hasta ese momento en que Hadrien abrió los ojos, comprendiendo que el momento mágico se había terminado.

Se separaron, ya que el nudo se soltó antes.

Sax le guiñó un ojo y se alejó sin decir nada más, recogiendo su pantalón al vuelo. Hadrien buscó sus ropas, se vistió, y se sintió un poco fuera de lugar.

Sax fue a la habitación que compartía con Miden, desnudo a medias porque no tenía sentido vestirse, si pensaba entrar en la regadera en un momento.

Había sido un buen polvo. Hadrien se dejó hacer. Y Sax pudo saciarse con él. No era algo que hiciera a menudo, usar para su propio placer. Había un punto agradable en ello.

¿Acaso así se sentían los clientes, cuando terminaban con él?
En efecto, el calor y el deseo, además de cierta incomodidad interior desaparecieron.

Encontró a Miden acostado en la cama, leyendo un libro. Dijo: "hola", un tanto distraído aún por la extraordinaria follada que recibió. Entró a bañarse y salió muy relajado.

Se puso la ropa más suave que encontró y se tendió al lado de Miden; estaba contento y quería abrazos y mimos.

—¿Ya comiste?

Miden negó. Se veía serio.

—¿Te gustaría algo de carne con papas? Podemos calentar y...

—No tengo hambre.

Sax recién entonces se percató de qué Miden estaba inusualmente indiferente; se negaba a mirarlo. Sus inflexiones eran tan secas y apagadas. Aferraba la vista con terquedad a la misma página. Al mismo punto en ella, podría apostarlo.

—¿Qué pasa, bebé?

—Nada. Solo estoy cansado.

—Cuando estás cansado, te quedas dormido y tú ahora estás serio. ¿Qué te pasa?

¿Qué podía decir Miden, que estaba celoso? Sonaba estúpido.

—Solo... —Miden quiso renunciar a su tonto enfado, envolverse en el cálido y reconfortante abrazo de Sax, que sin importar lo que ocurriera, siempre fue un refugio seguro en sus momentos de desdicha.
Pero esa noche, a pesar del baño, Sax era un refugio ajeno, territorio marcado por otro. Se alejó sin pensarlo.

—Hueles a él.

Sax estaba perplejo. Elevó su bíceps para olfatearlo. Sí. Era cierto. El sexo reciente con Hadrien estaba inscrito en su piel.  Con otro, cualquier huella de relaciones sexuales salía pronto.
Pero Hadrien, al parecer, se quedaba impregnado en la piel.

—¿Es por eso que estás molesto?

No había razón para negarlo. Estaba molesto por verlos juntos, porque le hizo sentir solo. Y más aún porque sentirse así era tonto. No podía llamarse engañado; la forma cómo ambos conocieron a Hadrien, dejaba por fuera cualquier sentimiento de traición.

"No se supone que deba sentirme así", pensó.

Pero la realidad era que sí, que se sentía traicionado.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora