Capítulo 27

2.8K 391 59
                                    

"Es excelente tener la fuerza de un gigante, pero de tiranos usarlo como un gigante"

William Shakespeare

Silencioso y pensativo, Hadrien miraba al frente concentrado en conducir por ese oscuro camino que a carretera no llegaba.

Sumido en una cascada de auto recriminaciones cuyo estruendo  casi había desaparecido por completo gracias a la tranquilidad que Miden y Sax dieron a su vida.

"Soy un estúpido", pensaba con pesar. "Debí controlar mi temperamento. Estuvo mal".

A la vergüenza por su falta de buen juicio, se sumaba la pena que sentía por el daño causado; era un peso en la consciencia, sin importar el porqué.

"Evan nunca debió ponerme en esto. No soy el tipo apropiado. Konrad debió hacerlo "

Los hombres que viajaban con él compartían su silencio. A su lado, el aludido miraba al frente con los brazos cruzados. Y en el asiento de atrás, John tenía la vista pérdida en el paisaje de las montañas.

"Ellos deben pensar lo mismo. Soy un animal. "

Iniciaba el día. Puestos en marcha apenas un poco antes del alba, tenían un mandato que concluir, interrumpido la noche.

Faltaban dos miembros del grupo. Esperaba que sin las distracciones, los tres fueran suficientes para concluir la tarea e ir a casa esa misma tarde.

No podía culpar a Bruno de nada de lo sucedido. Lo entendía; el ejecutor ya estaba enojado cuando salieron de Lennander.

"Yo tenía que ser más paciente. Pero me dejé empujar muy pronto".

Tosió sobre el dorso de su mano. Llenó de gotitas de sangre su piel. No le dio importancia, excepto por el hecho que sangrar sobre el tablero de su camioneta pareció ofender a Konrad.

Nadie comentó nada, de todas maneras.

Hadrien tenía el brazo derecho envolviendo sus costillas. Le dolía un poco respirar. En mejores condiciones no estaría conduciendo, sino reposando, atendido por sanadores o por sus chicos.

Sus pensamientos iban de ellos a la noche anterior. Los comentarios velados de la sala de reuniones de antes, se volvieron insultos directos mientras transcurría el día. Lo que Hadrien llamaba "demasiado pronto", ocurrió en el ocaso. Fue cuando todo terminó en violencia.

El sol, ya sin la fuerza de horas antes, resplandecía dorado sobre las copas de los árboles, alargando cada vez más las sombras en el pacífico sendero.

El grupo caminaba por esa antigua vía, tal vez construida desde que la manada se mudó a esas tierras.

Era la frontera natural entre los bosques de Lennander y una bioreserva, cuya propiedad estaba en manos de una asociación civil anónima, sin fines de lucro.

La mesa directiva de la asociación, creada apenas unas décadas atrás, estaba conformada por los ancianos de la manada; los antiguos ejecutores del Alfa anterior y Evan Lennox como presidente.
Era una línea de defensa extra.
Ningún ser humano debía adentrarse en esos terrenos reservados para la conservación de cierta especie de lobo negro en peligro de extinción.

Pero aunque no estuviera permitido, cualquiera podía hacerlo ya que no había barreras físicas de ningún tipo.

Faltaba seguridad; una barda, por lo menos. Cámaras, en ciertos puntos estratégicos que Hadrien señaló con total seguridad, yendo de un sitio a otro en ese sendero.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora