Capítulo 18

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“—Yo quiero ser madre.
—Pero, eso es imposible. Eres un hombre, no tienes matriz.
—¡No me oprimas!
—Está bien, lucharemos también por defender tu legítimo derecho a querer ser madre aunque sea físicamente imposible.
—¿De qué sirve defender su derecho a ser madre sino puede parir?
—Es un símbolo de nuestra lucha contra la opresión.
—Es un símbolo de su lucha contra la realidad.”

Monty Python

Sax disfrutó de la vida algunos días más antes de empezar a sentir su embarazo.

Entonces comenzó un periodo difícil, tanto como era Sax para todo. Las náuseas se volvieron su propio infierno particular. Comía cualquier cosa y corría al sanitario.

Y culpaba a Hadrien por ello.
Lo trataba mal. Pero Hadrien entendía la situación y se mantenía lejos de Sax durante sus momentos más iracundos. No tanto por preservarse, sino para que Sax tuviera la mayor tranquilidad posible.
A veces no dormía en casa.

Finalmente a la mitad del cuarto mes de embarazo, las náuseas cesaron. Su vientre comenzaba a curvarse y un brillo en la mirada, una luz especial lo hacía verse más bello. Sax estuvo algo más tratable, aunque maldecía en susurros su obesidad cada que se cruzaba por un espejo.

Una tarde Miden salió a hacer compras. Pero Sax se quedaba en casa y limpiaba o enceraba la madera que en ese lugar era abundante. El aroma cítrico del aceite le encantaba.

Aún no eran perdonados por Evan y por lo tanto, todavía no eran del todo aceptados en la comunidad.

Miradas venenosas los seguían, sobre todo de la gente mayor. Los más jóvenes parecían verlos con algo de simpatía, pero la autoridad incuestionable del líder desaconsejó cualquier vínculo de amistad con ellos. Al menos mientras Evan decidía el curso de acción disciplinaria con esos tres.

Así que salían poco. Y las compras las hacían Miden o Hadrien, porque Sax no ayudaba a su causa con la chulería que no había perdido a pesar de que su andar comenzaba a parecer el de un pato.

Cuando terminó de pulir otra vez la mesa, salió al patio trasero. En ese lugar había un porche interior y una sala de tres piezas.

Era su lugar favorito de toda la casa. Podía ver el cielo sobre los árboles de la propiedad y si acudía a ciertas horas, tomar sol muy a gusto.

Hadrien llegó y se dio cuenta de que Sax estaba ahí, descansando. Tenía una necesidad imperiosa de acercarse y abrazarlo. Consolar cualquier mal sentimiento que ponía esa expresión tensa en su rostro.

Pero Sax lo rechazaba con vehemencia.
A nivel racional lo entendía y no esperaba otra cosa. De hecho, la parte de sí mismo que solía mantenerse al margen de cualquier imposición, estaba más que bien con esa actitud del chico.

Pero su lobo resentía el rechazo, lo tomaba como resultado de su actuar ineficiente y se encontraba tan frustrado, queriendo huir del dolor y también luchar, suplicar por otra oportunidad.

Tal vez fue que ambos leyeron en el rostro del otro la implacable frustración de sus lobos lejanos, abandonados. Sometidos a tal maltrato por sus partes humanas, racionales, orgullosas y tercas.

O fue la feliz y oportuna primera sensación de movimiento en el vientre de Sax.
Sax inhaló sorprendió, sonrió y al levantar la mirada de su vientre, se encontró con la otra persona que estaba involucrada con ello, para bien o para mal.

—¡Se movió!

—¿De verdad? —Hadrien sonaba patético a sus propios oídos; esperanzado por una migaja de atención del Omega que gestaba a su camada. Se sentía estúpido, como el que camina por una cristalería, siendo voluminoso y torpe. Esa torpeza, que no era propia de un hombre tan fuerte, enterneció al Omega.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora