Capítulo 32

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"El hombre que no es capaz de luchar por la libertad, no es un hombre, es un siervo."


Georg Wilhelm Friedrich Hegel


Siguiendo a Toreo, los tres hombres entraron a una habitación sin iluminación ni ventanas. Solo estanterías llenas de objetos de todo tipo, herramientas, trapo industrial, artículos de limpieza, tarros de cerveza nuevos y escobas.

Un cable desnudo, con el extremo pelado y roñoso hasta lo posible, colgaba del techo.

Años atrás, alimentaba la luz de una bombilla, pero eso fue incluso antes de que Hadrien viviera en ese lugar. En su tiempo en el Monny's, ya estaba así.

No era mas grande que tres metros cuadrados. Los hombres cabían con mucha dificultad. Konrad fue el primero en protestar, mascullando por el nulo espacio, pero la primera puerta debía estar cerrada, para que se pudiera abrir la segunda, que era secreta y cuyo mecanismo estaba camuflajeado por un póster roto de cerveza.

Hadrien conocía muy bien esas escaleras y al descender por ellas tuvo la misma desazón que la última vez. Una desesperación apenas aliviada por el flaco consuelo de que esa noche no estaba huyendo de sus debilidades.

Ese peso en el pecho era un eco de angustias dejadas atrás, aunque frescas en su memoria, que comenzaban a robarle el aire.

Después de un tramo, abrieron otra puerta y frente a ellos apareció el amplio sótano en penumbras aún cuando encendieron las luces.

En el medio, su principal atracción; una celda de barrotes gruesos, cadenas con eslabones pesados y al centro, una superficie de frío concreto en la que cualquier lobo incontrolable, podían pasar la noche sin matar a nadie.
El suelo y la improvisada cama estaban llenas de manchas y de rasguños. Hadrien reconoció un par de los que dejó en su última visita.

Esa noche, con el plenilunio a más de una semana de distancia, debería estar vacía.
Pero estaba ocupada.

Sobre un cobertor mullido y con apariencia de nuevo, un Omega desnudo permanecía tendido, con aspecto enfermo.
Konrad emitió algo que sonó a gruñido, alarmando un poco a los demás.

-¿Qué significa esto? -preguntó Rudie. La piel del Omega era muy blanca y su cabello claro ocultaba su rostro. Visto así, en la penumbra, tenía un asombroso parecido con Hans. Era un hecho que venía de la misma manada. Incluso podría ser su hermano.

-Lo tengo desde ayer. Como dije antes, alguien necesitaba algo y pagó con esto. El intercambio fue aceptable.

Evan sintió la vibración junto a él aumentar. Era Konrad, cada vez más molesto.

-¿Cuál fue el favor que te pidieron?

Hadrien, en cambio, mantenía la calma. Preguntó con un tono desinteresado, como si ver Omegas enjaulados fuera una constante en su vida.

-Rescatarlo tratando de no dañar a nadie en el proceso. Prometí que dejaría fuera a cualquier involucrado y cubriría las huellas. Alguien no quiere que su familia tenga problemas con ninguna "poderosa manada". A cambio, me dijeron que podía quedarme con él.

-No quieren tener problemas con Waldweisheit, ¿eh?

Toreo sonrió. Eso le gustó siempre de Hadrien. Parecía que no rompía un plato, cuando en realidad era un tipo listo, que pescaba las cosas con rapidez.

-Desconozco su origen -dijo, mostrando su total inocencia-. No traía factura. Pero me enteré que Waldweisheit sufrió un ataque meses atrás y que asesinaron Alfas.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora