Capítulo 23

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"No es la cantidad de las relaciones sexuales lo que importa, sino la calidad. Claro que si la cantidad es menor de una cada ocho meses yo lo pensaría mejor."

Boris Grushenko (Woody Allen)

Sax despertó una mañana no por el sol que se colaba por la ventana, inundado la habitación amarilla de un resplandor que dolía detrás de sus párpados cerrados. La causa fueron los sonidos que provenían del otro lado de la cama; del hermoso chico desnudo que gemía, suspiraba y se quejaba, aumentando gradualmente la intensidad de sus movimientos sinuosos y el volumen de sus exclamaciones.

Hadrien trataba de mantener el mayor silencio posible; respiraba con fuerza, pero tenía los labios apretados. Su mano derecha cubría medio rostro de Miden y ahogaba gran parte del ruido, sin embargo, a leguas se notaba que aquello los estaba sobrepasando. Miden tenía los ojos cerrados, la cabeza forzada hacia atrás y se sostenía con las manos aferradas al pecho de Hadrien, que parecía inmenso en comparación a sus manos finas.

—¿No pueden hacer sus cosas en la sala y dejarme dormir? —murmuró Sax, con voz molesta y adormilada. Hundió el rostro en la almohada en un vano intento de retomar el sueño. Pero Miden estaba demasiado lejos en su placer como para responder algo o disculparse.

Despertar a Sax temprano siempre era mala idea. En su vida anterior, era difícil encontrarlos durmiendo antes de las siete de la mañana. Llevaba varios meses en Lennander y aún no se adaptaba del todo; le costaba trabajo funcionar en la mañana.

Miden lo sabía y Hadrien lo aprendió pronto en el poco tiempo que llevaban durmiendo en la misma cama, haciendo el amor en cada oportunidad, en una luna de miel que ya duraba casi diez días.

La razón por la que no era común que un Alfa tuviera más de un Omega fue clara para Hadrien casi de inmediato.
Su resistencia fue puesta a prueba, sobre todo por Sax que exigía sexo con frecuencia; saltaba sobre Hadrien en cualquier momento. Lo seducía con besos y caricias, con la complicidad de Miden o, aunque no estuviera presente, de día o en medio de la noche.

Tal vez solo era que los chicos estaban felices de tener a Hadrien en sus vidas y se lo demostraban así, sacándole la ropa o mejor aún, haciendo lo posible por evitar que usará alguna.

Tal vez era que lo deseaban.

Hadrien no se atrevía a cuestionar; ambos presentes en su vida eran una dicha difícil de creer; por momentos se detenía para decirse a sí mismo: no estás soñando.

Tampoco Sax soñaba y eso le cabreaba. A los gemidos se unieron las sacudidas de cama y el golpeteo de la cabecera contra la pared. Cuando levantó el rostro de la almohada, las cosas seguían como dos minutos antes, pero más intensas, Miden empalado en Hadrien era la imagen más hermosa para mirar, al menos para Sax.

Juntos eran impresionantes; esbelto y ligero, Miden era la contraparte de Hadrien. Dónde aquél era todo tamaño y poder, el chico era líneas largas y elegantes, de rostro tan bello que Sax, incluso pasados los años, a veces se descubría mirándolo hacer cualquier cosa y enamorándose perdidamente de él, como si fuera la primera vez.

En la habitación principal de la mansión Stengel, la pared que daba al oriente era un ventanal completo. La noche anterior, por el calor lo dejaron entreabierto y por esa razón, la brisa y el sonido del mar parecían parte de la habitación. El brillo matutino se reflejaba en la piel desnuda de los dos hombres que se movían cada vez con más fuerza.

Tal vez era por el efecto de la luna llena, que los tres esperaban con gran expectativa esa noche, pero a Sax le parecía que Hadrien era, esa mañana, algo más grande y cubierto de vello.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora