"Sientes tu fuerza en la experiencia del dolor"Jim Morrison
El moreno tan intimidante condujo por más de veinte minutos antes de que Miden se atreviera a hablar.
No era que el chico fuera la encarnación de la timidez. En general no solía sentirse así. No sabía qué le pasaba.—¿A dónde me llevas?
—Vamos a mí casa —respondió el hombre, sin mirarlo. Y no dio más información.
Miden respiró profundo. Trató de aferrarse a la primera sensación que tuvo, esa que le dijo: "no corres peligro con él" .
Pero la voz en su cabeza le atormentaba.Desde el principio Sax le dio instrucciones claras al respecto de su seguridad.
La primera: Nunca ir a la casa de los clientes; era su territorio y se podía estar en desventaja frente a ellos muy pronto. Era un gran e innecesario riesgo.
Los lugares seguros para trabajar eran el oscuro callejón detrás de la calle de Las Rosas y el hotelucho de ninguna estrella, dos calles al norte, propiedad del grupo que controlaba las calles de Las Margaritas y Las Rosas. Jaak y todos los chicos trabajaban para esa organización, en habitaciones baratas casi siempre limpias. Dos o tres gorilas se mantenían al alcance de un grito en el lobby o en los pasillos.
—¡Quiero volver. No me siento cómodo!
El hombre le hizo sentir como si una capa suave y pesada le cubriera con tan solo mirarlo. Era un sentimiento desconocido, provocado por la fuerte personalidad del hombre. Al menos, esa fue la única explicación que Miden pudo encontrar.
—Te haré sentir bien —susurró—. Lo prometo.
Y Miden no volvió a protestar.
El miedo que tenía no era suyo, sino externo y alimentado por las advertencias recibidas, las historias de chicos golpeados, violados y asesinados.
Pero la mano grande y morena sobre su pierna, que distraída le prodigó suaves caricias mientras conducía, le dieron confianza; inexplicable y tonta, pero innegable.
Tardaron casi una hora en llegar a una cabaña, apartada de la carretera principal.
Los árboles cerrados y la oscuridad, la aprensión por lo desconocido, todo le constriñó las entrañas al punto de que Miden tenía que jadear para hacer entrar aire en su pecho.El hombre bajó del auto, abrió la puerta de esa cabaña y entró. No muy atento con Miden, que le siguió, suspirando. Las extrañas sensaciones lo confundían pero aquello era trabajo y el momento de ganar el dinero, había llegado.
Dentro, el hombre se movía en un espacio apacible y cómodo. Parecía la cabaña de un soltero, con todos esos colores oscuros y pocos muebles de superficies libres, sin adornos, ni figuras de porcelana como las que tenía su madre sobre las repisas.
Tenía un gran librero y decenas de volúmenes amontonados en pilas desordenadas. Libros en una mesita, al lado de un sillón y en otros sitios de la casa, como la barra que dividía la cocina del comedor y al lado de una computadora, de modelo más o menos antiguo.
—Yo...
El cliente habló. La duda temblaba en su voz. Miden lo observó, esperando lo peor.
—Yo suelo tomarme mi tiempo para estas cosas. ¿Te parecen bien setecientos? Por toda la noche.
Miden le observó sin saber qué decir; era una cantidad justa, pero estaba tan aturdido, que solo parpadeó.
—Bien —susurró el hombre al observar la reacción de Miden, que interpretó como desacuerdo. Le resultaba incómodo discutir honorarios. Miden no podía entender la causa—. Debimos acordar esto antes. No sé qué me pasó, yo no suelo dejar de lado estos detalles. Te daré ochocientos. Espero que sea suficiente, no tengo más ahora.
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Lobo Perdido Libro I
WerewolfHadrien Stengel fue, alguna vez, el candidato más prometedor para tomar el puesto del Alfa Mayor de la próspera Manada Lennox. En cambio ahora es solo un hombre sin esperanzas. Su vida transcurre, sometido a una soledad cruel, ajena a su naturaleza...