Capítulo 17

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"El mayor despeñadero; la confianza"

Francisco de Quevedo


Hadrien abrió una puerta forzando la cerradura y golpeando la hoja con el hombro.

Detrás entró Sax cargando tres mochilas y Miden el siguiente con un par de cajas de tamaño regular, llenas de objetos distintos.

Los chicos soltaron sus cargas en el primer lugar disponible y se dejaron caer en los polvosos sillones. Todavía llevaban sus trajes blancos. Konrad solo les dio diez minutos para coger lo más esencial y los sacó de la casa Lennox. Él también estaba enojado con Hadrien. Apenas lo miraba. Aunque cuando ya estaban a un paso de salir de la propiedad, le dio una palmadita en el hombro para llamar su atención.

—¡Hey, hermano! —Hadrien al girar se encontró dentro de un sentido abrazo; uno de esos que Konrad brindaba solo en las ocasiones especies, como las despedidas.

Después pidió permiso a Hadrien para abrazar a los Omegas, cuando media hora antes no se hubiera atrevido a tocarlos, en ese momento ya estaba bien, bajo la autorización de Hadrien.
Sax no podía sentirse más insultado, pero cedió, apretando los labios y se dejó abrazar.

"Solo es uno más", se recordó.

Miden fue el siguiente. Aún impresionado, correspondió al abrazo con todo su buen corazón, Alfa y Omega fueron por un momento dos entrañables amigos.

—Ya se le pasará, hermano. Felicidades. Me alegro que al fin vas a tener una familia. Una familia estupenda. Cuando Evan te perdone, estaremos en contacto.

—Sí, supongo.

Después de esa sentida despedida, Konrad simplemente se dio la vuelta y regresó arriba, después de decir al guardia que esos tres no podían entrar sin el permiso explícito de Evan. El guardia los miró mal. Enojar a Evan era enojar a toda la manada.

Hadrien también dejó caer su equipaje en el piso y observó, casi con reticencia, los cambios que el tiempo causó en la antigua casa Stengel, abandonada desde la muerte de su padre.
—Yo nada más tengo una pregunta. ¿Eso se te ocurrió de pronto?

Era la voz molesta de Sax. Estaba de mal humor por cómo salieron las cosas. Él quería imponer su voluntad y que fuera respetada. En cambio, fue "salvado" en el último minuto por el tipo grande.
Le hacía sentir estúpido. Tal vez confío demasiado en sí mismo;  se creía más poderoso de lo que era. Por arrogante pudo perder a Miden y esa posibilidad le daba escalofríos. Asustado y herido en su orgullo, miraba a Hadrien como si fuera una rata.

Pero Hadrien estaba lejos en ese momento como para que la tormenta Sax le perturbara. Avanzó despacio por ese recibidor, estremeciéndose con el sonido de sus pasos sobre la madera.

Hubo un tiempo en el que fue feliz en esa casa. Lo tenía todo. Por las tardes salía corriendo, cruzaba la puerta y se encontraba con Evan, Henry y Konrad para pasar horas jugando hasta  escuchar la voz imperativa de su madre o padre y volvía para la cena.

Después su madre se fue y jamás la volvió a ver. Su hermosa madre de pelo castaño no tenía derechos sobre el Alfa de piel tan oscura como era Hadrien.
Su hermano murió.
Su padre se volvió un amargado, de trato imposible.

Recordaba sus pasos resonar en esa duela y el recuerdo aún le producía un sentimiento de zozobra. El eco del terror que sentía en esa época.

—¿Hadrien? ¿Qué vamos a hacer ahora?

El Alfa levantó la vista a Miden al escuchar la incertidumbre en su voz. El chico en cambio, vio sufrimiento en su mirada.

Hadrien estaba sintiendo por primera vez la pérdida de su familia. El dolor latente afloraba, amenazando con ahogarle, aunque la presencia de esos dos chicos quitaba algo de presión; lo calmaba. Así que todo se quedó en una gran tristeza y nada más.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora