Capítulo 14

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“Hogar es donde habita el corazón."

Plinio El Joven.

Se encontraron en un corredor del tercer nivel de la enorme casa, al verse sonrieron. Con cautela se acercaron y encontrándose en un abrazo en el que sus cuerpos se tocaban del todo, se besaron con las ganas acumuladas en días de no compartir intimidad de buena calidad.

Tantas cosas sucediendo en los últimos días; despedidas, verdades dolorosas reveladas, por fin y los cambios vertiginosos que culminaron en el principio de una nueva vida.

Esa noche, el mundo parecía que volvía a su estado de calma; las sacudidas de habían detenido. Sería la primera vez que cenarían  en el comedor con  los Alfas de Lennander.

Tomados de la mano cruzaron la puerta que esa noche permanecía abierta de par en par. La habitación era amplia y algunas personas circulaban por ahí.

Traspasaron el espacio hasta llegar a una terraza con vista al pequeño caserío y a la entrada la pueblo. Más allá, la gran mancha de bosque en la montaña y a la derecha, el río y la desembocadura al mar que destellaba bajo los últimos rayos del sol poniente.

Sax solo echó un vistazo; lo hermoso para mirar no era el paisaje, sino Miden de perfil, contemplando el horizonte.

Para la ocasión, llevaban ropa de buena calidad. Aunque Miden era el tipo de chico que prefería una camiseta muy usada pero suave, en vez de una marca costosa, también lucía bien, vestido como un caballero.

Verlo así, usando un traje formal,  resultaba sorprendente.
La camisa blanca creaba un contraste precioso con su piel morena, sus ojos brillaban de entusiasmo y su sonrisa  agitaba el corazon de Sax y le robaba el aliento.

Completaba su atuendo con un elegante saco oscuro y pantalones de vestir. Se veía incluso más maduro. 

Sax vestía esa noche de manera similar. En su caso, el saco era gris oscuro, de raya diplomática.

El entusiasmo de Miden se debía al regalo a la vista que era su novio.

—Te amo —dijo Sax, sus labios cercanos al oído de su compañero. Tomó la mano de Miden y la apretó, para dar énfasis a su declaración.
Los dedos entrelazados.
Miden no respondió más que con una sonrisa. A veces era así, no emitía palabras. Todo lo decía con la mirada.

Sintieron una presencia cálida detrás de ellos. Ninguno se giró ni hizo el menor movimiento.

Hadrien no era intrusivo, solía andar en silencio. Apoyó los antebrazos en el balcón de la terraza, mirando a la vez el mar, la montaña y ese comedor en el que tanto tiempo pasó siendo niño.

Tenía un agridulce sentimiento en el corazón que se notaba en su expresión de melancolía y en su sonrisa triste en contraste con el perfil fuerte, las líneas de su rostro y las arrugas que le daban autoridad a su rostro. Esa noche llevaba una barba incipiente, de más días de los necesarios.

Sax no podía evitar sentirse atraído. Y era correspondido. Pero su corazón tenía dueño y no había dudas en ello.

De todos modos, Miden notó el intercambio y soltó su mano.
Se alejó, o pretendió hacerlo.

Sax era rápido con el pensamiento y conocía tan bien a Miden, que era capaz de anticipar sus pensamientos.
Leyó su mirada y su expresión.

—No tienes que dejarnos solos.

Miden sonrió, un poco avergonzado, como si hubiera sido atrapado en falta. Por ser tan transparente. Pero era mejor ser claros.

—¿Estás seguro? Yo... —se humedeció los labios, buscando en el horizonte las mejores palabras para explicar sus sentimientos—. Yo solo quiero que seas feliz, Sax.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora