Capítulo 13

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“Quienes son respetables son las personas no las creencias.”

Fernando Savater

Konrad conducía de la manera más suave posible,  tratando de no hacer virajes bruscos que pudieran despertar al Omega dormido, acurrucado y hecho una bola dentro de la gran cazadora que Konrad le colocó encima al ver que temblaba. Suspiraba en sueños.

Y Konrad era feliz al dejarlo descansar. Despertaba todos sus instintos protectores.
Era extraordinario.

En Lennander no hubo  Omegas en años, y ninguno  fue de raza pura, es decir, de piel oscura. Preservar a ese de las terribles cosas que podían suceder urgieron a Evan y a sus Alfas a poner atención inmediata. Konrad se sentía orgulloso por haber logrado su misión con todo éxito.

Y para completar su extraordinaria fortuna, encontró a Hadrien  emparejado con un Omega  espectacular: Paúl Lennox.

Ellos viajaban en el vehículo de Hadrien. Konrad guiaba la pequeña caravana a través de los sinuosos caminos del bosque. Llevaban varios días viajando.
Y demoraron su partida debido al Omega de Hadrien, que insistió en no irse hasta decir adiós a algunas personas.

Konrad hubiera preferido salir de ese inmundo lugar lleno de vicio de inmediato. Pero entendía que el Omega tuviera algún afecto por los humanos. Después de todo, creció pensando que era uno de ellos.

Su gran generosidad permitió darle la oportunidad de que se despidiera, porque los  lobos de Lennox se distinguieron de otras mandas por su buen trato a los Omegas.

Aunque no comprendía cómo era posible que el chico quisiera decir adiós al humano indigno que lucraba con sus cuerpos.

Ni Hadrien ni él se acercaron tanto como para escuchar la despedida. Cualquiera lo hubieran partido en dos con las garras, por la afrenta.

El hombre, ciego al peligro,  los miró como si fueran poca cosa. Incluso, había cierta incomprensible amenaza en su expresión.

Sax le dio un sentido, largo y estrecho abrazo, del tipo que se le da a un padre. Y el hombre lo devolvió con fuertes palmadas en la espada y una caricia en la mejilla para limpiar cualquier resto de tristeza.

Miden, en cambio, solo le dio la mano y el hombre asintió. Konrad pudo leer los labios del hombre. "Cuídate chico, me da gusto que salgan de aquí. Se les va a extrañar".

El Omega Sax, estuvo cabizbajo y triste el resto de la tarde. Konrad suponía que su Alfa lo conocía tan bien, que sabía que dejarlo solo era la mejor manera de combatir su tristeza.

Si hubiera sido él, lo hubiera animado de otra manera. Pero ¿quién era él para saber lo que era mejor para el Omega de su viejo amigo?

Así que cuando anocheció y se detuvieron en un hotel, los dos Omegas se quedaron en una habitación. Konrad pidió una para si y Hadrien dijo que más tarde se encargaría de ello, que antes tenía que salir.
En la cena, Konrad no encontró a nadie. Al amanecer, Hadrien se veía como si no hubiera dormido y los Omegas seguían cabizbajos.

Después Paúl dijo que no se podía alejar de San Fernando sin pasar a ver a alguien más. Y Konrad tuvo que manejar hasta el lugar que dijo, a las afueras del pueblo. Era una casa pequeña, humilde. Un anciano estaba sentado en la puerta. Y Paúl pasó casi una hora ahí, a solas con el hombre viejo, mientras los otros tres esperaban en la camioneta.

Y no se enteró de nada más, por que a partir de ese momento Paúl viajó con Hadrien.

Se notaba que discutían  cuando miraba por el retrovisor, Hadrien lucía enfadado y el chico agitaba las manos. Parecía gritar.
¿Cómo hacia Hadrien para soportarlo?
Konrad estaba seguro de que él no podría. Esperaría sumisión absoluta por parte de su Omega.
Cómo la de ese chico, a su lado.

Lobo Perdido Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora