Introducción.

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Joel no podía apartar la mirada de la figura de la chica envuelta en el vestido negro que entraba por la imponente fachada del casino donde las familias más importantes de la ciudad de reunían para donar dinero a la caridad. Soltó un bufido de frustración y se acomodó de nueva cuenta la corbata.

En realidad, Joel Pimentel odiaba la idea de vestir trajes de gala y ese tipo de cosas, era mucho mejor ir por la vida vestido con simples jeans y pasar el rato con sus amigos que estar sentado observando como los hombres de negocios se jactaban y se llenaban la boca lanzando monumentales sumas de dinero al aire para tener una buena reputación.

Él prefería ir por lo simple.

Tamborileó sus dedos en el filo de la mesa y soltó otro suspiro. ¿Cuánto tiempo más podría soportar estar en el mismo salón lleno de personas frívolas tratando de aparentar ser buenas personas? ¡Lo odiaba en serio! Ni si quiera terminaba de entender cómo es que había terminado ahí...bueno, en realidad si lo sabía. Se había dejado arrastrar por Lía, su prima. A ella le encantaban ese tipo de eventos, aparecer en las portadas de las revistas y ese tipo de cosas, el tipo de cosas que él odiaba.

—¿Puedes al menos poner una linda sonrisa en ese lindo rostro que tienes?—Se burló la muchacha con voz cantarina.

Él le ofreció una mala mirada y ella sonrió automáticamente—No.

—Vamos, Joel. Esto es importante—él la miró un breve segundo y luego negó de nuevo.

—Esto no es más que un desfile de personas que vienen a criticar al resto.—le espetó volviendo a llevar su atención a la chica que en ese momento era fotografiada con la que él suponía era su familia. Una mujer que muy bien podría ser la abuela, una chica rubia tal vez un par de años mayor que ella bastante parecidas así que supuso que sería su hermana y un hombre de cabellos negros, quizás el padre.

La muchacha de cabello cobrizo perfectamente peinado sonreía falsamente a la docena de cámaras que no dejaban de disparar sus potentes flashes contra ellos. Era realmente un milagro que las personas no terminaran ciegas luego de esos interminables y tortuosos minutos.

—¿Te parece que estoy criticando a alguien?- —le preguntó Lía lanzándole una mirada mordaz.

Ella podía ser tan...persuasiva cuándo se lo proponía. —No.

—¿Entonces?

—Bien, no todos vienen a lo mismo—se encogió de hombros ganándose una mala mirada por parte de su prima. Volvió a tirar de su corbata y suspiró totalmente exasperado.

Ansiaba tanto el momento de llegar a su casa y sacarse esa molesta prenda que pagaría por poder hacerlo en ese momento. Sino fuese porque era algo torpe para volver a atar ese complicado nudo, podría liberarse un rato de ella.

—Vamos, anímate.—respondió la joven ofreciéndole esa majestuosa sonrisa con la que sería capaz de hacer ceder a cualquiera de los hombres de negocios de los que estaban rodeados. Pero no a él.

—Lía, ¿te molesta si salgo a tomar un poco de aire fresco?—cuestionó sintiéndose un poco fatigado.

—Nope. Siempre y cuando vuelvas a tiempo para bailar un par de canciones conmigo—el muchacho le ofreció otra sonrisa y antes de que la castaña extrovertida y terca que tenía por prima cambiara de opinión se alejó de ella.

Apenas atravesó la puerta de cristal que lo separaba del jardín del patio trasero decorado con extensiones de luces navideñas y un pequeño quiosco de madera al centro, respiró aliviado.

Caminó a paso lento ignorando a las personas con las que se cruzaban en su camino y sonrió aliviado apenas alcanzó la banca del quiosco. Se dejó caer descuidadamente y contempló las luces blancas con detenimiento perdiéndose por completo en sus pensamientos.

NO ME OLVIDES|JOEL PIMENTEL|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora