C01: Recuerdos.

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El sol y la luna se enamoraron

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El sol y la luna se enamoraron. Joel se enamoró de una chica desconocida que solamente vio una vez en la vida.

Pero un poder supremo los separó. Joel fue separado de ella por circunstancias del destino. ¿Por qué no fuiste corriendo tras ella, chico tonto?

Fueron condenados a no poder verse. Joel lo permitió. ¿En serio era tan malditamente difícil pedirle su jodido número de telefónico? Pienso irónicamente soltando un gruñido de frustración. Hey, te invito un café un día de estos. O, podemos quedar para ir al cine. ¿No? ¿Un helado tal vez? Pero no, Joel simplemente la dejó ir para no volver a verla jamás.

Suelto un suspiro cuando el despertador comienza a sonar encima de mi mesa de noche, me deshago de los edredones y lo apago de un manotazo. Me concentro en observar el techo de mi habitación tal y como suelo hacerlo desde ese día totalmente perdido en mis pensamiento, en mis recuerdos.

Los recuerdos son esa cosa tormentosa que me torturan todos los benditos días y la culpa me carcome. Debo ser en verdad el hombre más idiota sobre el orbe de la superficie terrestre.

¡Odio ser tímido!

Bien, no es que sea tan tímido en verdad pero... ¿a quién jodidos engaño? Soy tímido, eh sido tímido desde que estaba dentro del estómago de mi madre.

Seguro la timidez se me notó desde la primera ecografía.

Vuelvo a suspirar al tiempo que pequeños golpes comienzan a sonar en mi puerta con la mera intención de derribarla. Me incorporo lentamente y observo detenidamente la bendita madera que me separa del caos de Lía y mis hermanos todos los días. La puerta se abre dejándome ver la cabellera castaña de mi prima y su sonrisa aparece en mi campo de visión un momento después.

—¿Estás listo para las vacaciones?—Me pregunta con un inminente entusiasmo filtrándose por los poros de su piel. Sí alguna vez alguien encuentra a alguien más entusiasta que Lía Pimentel, serían acreedores a un pequeño espacio dentro del libro de los Records Guinness.

—¿Por qué tendría que estar listo sí no iré a ningún lado?—me encojo de hombros de manera despreocupada al mismo tiempo que mi prima me mira indignada y quiere hacerme arder en leña verde con sus ojos.

—¡¿Por qué siempre tienes que ser tan negativo, por Dios?!—se queja adentrándose en mi habitación para poder correr las pesadas y gruesas cortinas azules que no permiten que la luz matinal entre en mi habitación.

—No soy negativo—protesto tapando mis ojos con mi antebrazo. ¿Por qué la estúpida luz de la mañana tiene que tener esa intensidad?

—¿Ah, no? Dime que fue lo dijiste hace un par de semanas cuando Erick y Rubí nos invitaron al parque de atracciones con todos esos juegos mecánicos, ah.—siento el colchón hundirse levemente a mi lado y me rio un poco.

NO ME OLVIDES|JOEL PIMENTEL|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora