CAPITULO 4
Primer día de clases.
Se siente mirado por mil ojos.
La verdad es que Nicolás es mirado por mil ojos.
Su rostro, de facciones bien marcadas pero levemente redondeadas, sus ojos verdes, su pelo sobre la frente, los labios, el mentón cruzado por esa cicatriz que tan bien le queda, no pasan inadvertidos. A veces, tener esa cara a Nicolás le pesa más que una máscara de hierro.
Hoy es una de esas veces.
De pronto, una mirada inquisidora surgiendo debajo de un gorro que dice "BMX". Es un chico alto, más alto que él, de cuerpo delgado y flexible, de rostro sereno y alegre. ¿Es Leopoldo? ¡Es Leopoldo! No puede ser otro. A los treinta segundos de observarlo no tiene dudas de que es él. Treinta segundos mirándose en silencio son una eternidad llena de palabras. Una sonrisa marca el tiempo. El otro chico responde.
- ¿Nicolás?
- Sí, Leo, soy yo. ¡¿Qué foto colgaste en la web?! ¡Casi no te reconozco!
- ¡Jajaja! ¡Era la idea, era la idea! ¡Tanto tiempo! La vamos a pasar bien acá, vas a ver
- ¡Ojalá! – Nicolás mira a su amigo, sigue sonriendo, pero la sonrisa pronto pasa a ser mueca -. Estoy un poco nervioso...
- No te preocupes, todavía falta para entrar. Lo único, decime "Pilu". Sí me decís "Leo", se me van a reír en la cara.
- ¿Pilu?
- Sí, Pilu, por los pilusos, viste.
- ¿Pilusos?
- ¡Estos gorros! – dice Leopoldo, hundiendo su cabeza aún más en el interior del gorro de lona -. Se llaman así. El sobrenombre me lo puso la profesora de Gimnasia en primer año y quedó. Ando con gorro todo lo que puedo. Me gusta, viste. Acá adentro dos por tres me piden que me lo saque. Y me lo saco, total... me lo pongo de vuelta a la salida.
Mil historias de cuando eran chicos acuden a una mente y a la otra. Pero prefieren el silencio para asimilar la emoción. Ambos se preguntan por qué no se juntaron antes, pero no se responden. Pasados unos segundos, Leopoldo le golpea el hombro y lo invita a conocer a los demás.
Nervioso, pero aparentando la mayor calma posible, Nicolás saluda a los chicos y a las chicas que Leopoldo le va presentando. Luego, tendrá que pedirle que le repita los nombres de todos.
Al entrar al aula, Leopoldo y Nicolás se sientan en la última fila, uno al lado del otro. Pronto se les une Pablo. Delante de ellos hay dos chicas: Zoe y Felicitas.
Compañeras de Leopoldo desde jardín de infantes. Dos amigas que, apenas lo vieron, dispararon preguntas sobre todo lo imaginable, desde a qué colegio iba hasta de qué signo era, si hacía deportes, si le gustaba la pizza, si vivía cerca. Zoe hablaba y se tocaba el pelo, mucho más llamativa que Felicitas, quien se dedicaba a escuchar y radiografiarlo. Como en todo par de verdadero, dos amigas complementarias.
Al mediodía, la tensión ya había desaparecido.
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Solo tres segundos [Paula Bombara]
Teen FictionSolo tres segundos en el espacio azul iluminado. Tres, para buscarse. Dos, para encontrarse. Uno, para apretar los párpados y, aún así, verse. Solo tres segundos antes del impacto. Luego, blanco y ruido, ruido ruido ruido en el espacio azul iluminad...