Segunda parte: Felicitas

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CAPITULO 8

Mis brazos están mucho mejor. Hoy me vio el médico. Lo que sí, me van a quedar algunas cicatrices, obvio. Y mucho menos vistosas que la que tenía Nico en el mentón. ¿Al final la acariciaste como querías? Vi el beso, pero no si le tocaste la cicatriz.

El médico dijo que las cicatrices podrían disimularse con un tatuaje y me guiñó el ojo y mi mamá que cayó como una tonta y con un cantito le respondió: "Ay, doctor, no le dé ideas, por favor".

¡No le dé ideas! Qué patéticos que me parecieron los dos. Primero el médico, haciéndose el buena onda. Y después mi mamá... faltó que se pusiera colorada.

Igual, tengo que ir un par de veces más porque me sigue doliendo un codo. No tengo nada roto, pero dicen que puede ser algo de los tendones, no entiendo bien. Viste que los médicos hablan tan en difícil que parece que fuera a propósito. Igual que las recetas. ¡Dios! ¿Qué les pasa en la facultad? ¿Se olvidan de la forma de las letras? Te juro que la a, la e, y la o las hace igual. Ni hablar la i, la u, la m, la n, la c... Todas son como íes sin puntito. Si a este médico lo agarrara la señorita Marilú, la que tuvimos en cuarto, lo mataría.

Cuestión que salimos del médico y mi mamá me llevó a un bar.

A charlar.

Yo no quería hablar de nada.

Se enojó, se puso triste, no sé qué le pasó. Me miraba y las lágrimas se le escurrían por los cachetes.

Pobre, me da pena; pero ¡no tengo ganas de hablar con ella! ¡Tengo ganas de hablar con vos!

Nos tomamos un café con leche en silencio y nos volvimos a casa.

Cuando estaba girando las llaves me miró y me dijo que contara con ella, que ella también perdió una amiga, una vez.

Ahora resulta que todos perdieron alguna amiga alguna vez.

Solo tres segundos [Paula Bombara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora