CAPITULO 18
En la plaza del centro, el punto de reunión de los bikers, Matías, Nicolás y Rodrigo habían conocido a unos chicos. Iban a mirar, a desear.
En los momentos de descanso, les prestaban sus bicicletas. No hablaban, pero había mucho que Nicolás quería saber. Sobre todo acerca de uno de ellos, el Ñoqui, dueño de una mirada dura y franca.
Pronto se dieron cuenta de que el Ñoqui era más talentoso arriba de la bicicleta que todos los chicos de la plaza juntos. Nicolás aprendía trucos cada vez más difíciles solo para enseñárselos al Ñoqui y verlo. Era placentero hasta verlo caer. Hasta eso lo hacía con elegancia. Cuando caía, el Ñoqui se levantaba una y otra vez, con una tenacidad que superaba largamente la de los demás. En cuestión de horas, aprendía la prueba y la mejoraba. El Ñoqui se encogía de hombros cuando lo felicitaban.
A Nicolás, además de placer, mirarlo le daba envidia. Una envidia inconfesable que le provocaba malestar. Le molestaba que fuera tanto más talentoso que él. No podía remediarlo. Solo aprender a aceptar las diferencias. Así como había aceptado que Rodrigo era más inteligente, Matías más fuerte y él, más lindo.
Con el paso del tiempo, el Ñoqui se hizo un lugar en el grupo. Sus amigos se aburrieron de la plaza pero él quedó.
Una tarde, les contó que su apodo se debía a su gusto por los ñoquis. Matías se levantó, fue a la rotisería de la esquina y le trajo una porción doble con estofado. Eran las seis de la tarde pero el Ñoqui dejó la bandeja limpia. Matías se moría de risa viéndolo comer. Y el Ñoqui también se divertía, exageraba sus gestos mientras comía, brotaban carcajadas de su boca llena.
Nicolás, no. No veía la gracia. ¿De qué se reían?
- ¿Y cómo te llamas? – le preguntó, acuchillando las risas -. ¿No te jode que te digan así?
- No. Soy el Ñoqui. Me gusta ese sobrenombre – le respondió él.
- Ñoqui también se les dice a los inútiles.
- ¿Y?
- Pero yo quiero llamarte por tu nombre.
- Como quieras, pero no te voy a contestar. Soy el Ñoqui.
- ¿Y cómo te llamas?
- Cortala, Nicolás – dijo Rodrigo -. Uno se llama como se llama. Él se llama el Ñoqui. ¿Tan complicado te parece?
- Jorge – contestó finalmente el Ñoqui, ya sin reír -. Como mi viejo.
Después de esa conversación, su apodo, "Nico", le pareció insulso. No tenía que ver con nada que le gustara. Tampoco con algo que le disgustara. Era el nombre que sus padres habían elegido para él. ¿Cuánto tenía que ver con él su nombre? ¿Cuánto mostraba de él su nombre?
Veía al Ñoqui sobre la bici y su felicidad brillaba hasta en las gotas de sudor. ¿Por qué él, Nicolás, no podía disfrutar así? ¿Por qué, si supuestamente era lo que más le gustaba hacer en el mundo?
- A vos te falta dejarte lleva, man – le dijo el Ñoqui una tarde en la que nada le salía como quería -. Te ponés muy serio arriba de la bici. Pensás mucho. Si te dejaras... las cosas te saldrían más fácil. Las que no te salen, te saldrían.
Nicolás lo miró, y luego se concentró en el piso de cemento. Le costaba aceptar los consejos de Ñoqui porque le costaba no sentirse un nene a su lado.
- Puede ser – le contestó –. Puede ser...
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Solo tres segundos [Paula Bombara]
Teen FictionSolo tres segundos en el espacio azul iluminado. Tres, para buscarse. Dos, para encontrarse. Uno, para apretar los párpados y, aún así, verse. Solo tres segundos antes del impacto. Luego, blanco y ruido, ruido ruido ruido en el espacio azul iluminad...