CAPITULO 31
Ayer no te tuve en la cabeza todo el día.
La verdad, Zoe, ya era hora. Me estás dejando el cerebro más parecido a un pochoclo que a otra cosa.
¿Querés que te cuente que hice? Salí con Pablo a dar una vuelta.
Todavía no sé si me gusta. Es raro. Más después de eso tan raro que pasó con Nicolás, justo antes del accidente. Nunca me imaginé esto. ¡Menos con alguien como Pablo, que conozco hace tanto y al que jamás le presté atención!
Él no tenía onda levante. Más bien amigo, como siempre. Quería que me divirtiera un rato. Así que me dijo de ir a la placita a hacer un picnic.
Me dijo que él se iba a ocupar de todo. Que yo fuera a la plaza y nada más.
¡No sabés! Llego y veo un mantel rojo a cuadros, una canasta de mimbre, los sánguches perfectos, de pan lactal, magdalenas ¡y una fila de hormigas de plástico que simulaban robarse una manzana!
Viste que él es medio aparato... Pero estuvo re bueno.
Hablamos de la discusión que tuvo con Pilu antes del choque. Se siente mal por eso, pero ya lo aclaró con él. Me dijo que tenía que ser muy sincero conmigo, hizo pausa y después, como con miedo, dijo que a él lo aliviaba que hubieran muerto vos y Nico en lugar de Pilu y yo. A mí se me puso la panza de piedra. Se ve que mi cara cambió. Él agregó que no era que se pusiera contento ni nada, solo que sentía que tenía que ser sincero conmigo y con Pilu.
Después me dijo que no entendía bien porque vos y yo éramos tan amigas. Tan distintas y tan amigas, dijo. Yo le conté secretos nuestros, que nunca había compartido con nadie más que con vos. Como esa vez que te llamé a las cuatro de la mañana porque estaba mal con ese que no quiero ni nombrar, ¿te acordás? Te costó una buena pelea con tu papá mi llamada... O cuando te hiciste cargo la vez que me retaron por la cuenta del teléfono, cuando mi papá se quedó sin trabajo y no teníamos un mango. Y pagaste la cuenta entera con la plata que estabas juntando para comprarte el vestido negro. O esa otra vez que, para sacarme la bronca por el aplazo en Biología, te apareciste en casa con todos tus almohadones, lista para una guerra que nos dejó a las dos muertas de risa.
Se quedó mudo por un rato. Yo también me quedé muda. Yo, que en estos meses pensé cada día que la que tendría que haber muerto era yo, no esperaba que alguien me prefiera. Me pasó lo mismo que sentí cuando Nico me dijo que le gustaba. Como que no me lo merezco.
Después me dijo que él pensaba que eras una cabeza hueca. Usó esas palabras, te juro: "cabeza hueca". Medio que me gusta que sea tan aparato. Sí, le respondí, eso era lo que querías que todos creyeran. Era una especie de ambición para vos lograr ser una chica como todas, o peor aún, la mejor de todas las chicas comunes, la más común de las comunes.
Pero también le dije que, para mí, no te salía bien... por más que te esforzaras, siempre pisabas el palito y se te terminaba escapando tu verdadero yo. Por suerte.
Pablo lamenta no haberte conocido mejor. Dice que si yo te quiero tanto, seguro que eras una persona genial.
¡Tenía unas ganas de llamarte cuando volví a casa! Pero... el teléfono me pareció muerto. Mucho más muerto que vos.
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Solo tres segundos [Paula Bombara]
Teen FictionSolo tres segundos en el espacio azul iluminado. Tres, para buscarse. Dos, para encontrarse. Uno, para apretar los párpados y, aún así, verse. Solo tres segundos antes del impacto. Luego, blanco y ruido, ruido ruido ruido en el espacio azul iluminad...