Segunda parte: Felicitas

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CAPITULO 34

Bueno, como me siento más preparada, te voy a hacer un relato bien detallado de lo que fue el choque y el entierro.

Sé que estas cosas te encantan, porque para morbosas, vos primera.

Pero antes te cuento que hoy me sentí bien.

Fue como si alguien hubiera pasado y me hubiera puesto una bufanda de alegría. Me sentí como... liviana...

Después me sentí peor, pero, bueno, al parecer yo soy así, ¿no?

Te decía: por un ratito me sentí como antes del accidente. O como si el accidente hubiera pasado pero como si estuvieras... O como si no estuvieras acá pero sí en otro lado... Ves, esos son los pensamientos que me confunden...

Ya me enrosqué otra vez con lo mismo: ¿te moriste o no te moriste? Yo no lo puedo creer y sí lo puedo creer al mismo tiempo. Te moriste y estás viva.

La psicóloga dice que la memoria de nuestras vidas juntas te va a mantener viva en mí... Vos moriste pero nuestra amistad no. Nuestra amistad vivirá hasta que yo me muera.

¿entendés?

Mejor te cuento lo que pasó. A vos, que ibas mirando hacia adelante, acurrucada en Nico, tan callada que me preocupaste. Y a Nico, si es que está con vos, que iba con cara de zombi, también sentado de costado, apoyado contra la puerta. Sin cinturón de seguridad, obvio. Ni Mariano lo tenía puesto. Aunque me dijo Pilu que hubiera muerto igual. Se transformó en un experto en choques, Pilu. Se leyó todas las páginas web que encontró. Habla de porcentajes de fallecimientos, de tipos de choques, de lesiones... Nuestro accidente calza en las estadísticas como si fuéramos los zapatitos de cristal de una muerte Cenicienta.

La fiesta estuvo buenísima. La mejor fiesta de 15 a la que fui en mi vida.

Y última, me parece...

En fin. Ya era casi de día. Ese cielo azul que se va poniendo celeste de a poquito, las luces de la calle todavía encendidas pero casi inútiles. Re lindo. Nicolás y yo estábamos afuera, su mano sobre la mía en uno de los silloncitos de la entrada, cuando saliste junto con Pablo, Pilu, Mariano y Salomé. Apenas nos vieron, Nicolás se paró y se acercó a los chicos. Vos te quedaste paralizada. Así estábamos cuando Pablo y Mariano empezaron a discutir. Yo pensé que discutían porque todos los chicos habían tomado cerveza. Pero Pablo me dijo que no era por eso porque él había estado vigilando a Mariano y la única cerveza que había tomado había sido apenas llegó, hacía más de seis horas. Al parecer Salomé tuvo algo que ver con eso. Discutían porque éramos siete en el auto. Mariano lo re insultaba y Pablo no se quedaba atrás. No se agarraron a piñas otra vez porque Pilu y Nico se pusieron en el medio. Nico se llevó a Mariano para el auto y se subieron. Pilu se llevó a Pablo para el otro lado y se quedaron hablando más tranquilos. Al final, Pablo nos saludó a todos con la mano y dijo que se iba a volver en colectivo. Igual al parecer no tuvo mucho que ver que fuéramos tantos en el auto... Pero es cierto que si hubiéramos ido cinco en lugar de siete, aunque no nos hubiéramos puesto los cinturones, dos personas no hubieran resultado heridas o muertas... No sé... No me voy a poner en maestrita ciruela porque este año fuimos y volvimos muchas veces con Mariano. ¿Te acordás el día que sacó el registro, que estábamos en lo de Pilu y él vino? ¿Cuántos éramos en el auto y no pasó nada?

Mi abuela diría "no pasa, no pasa, hasta que pasa", pero por suerte mi abuela no está.

La cuestión es que Mariano y Nico ya estaban en los asientos de adelante y Salomé y yo en los de atrás cuando vos dijiste que ibas a ir con Nico adelante. Yo empecé a protestar porque atrás había lugar y vos mirándome con cara asesina... No me olvido más de esa cara... Te estaba odiando con todas mis fuerzas y, de pronto, siento a Pilu que me empuja y me deja en el medio del auto mientras dice dale, vamos. Y casi al mismo tiempo se sumó Anita, la amiga pelirroja de Salomé, que no tenía espacio en el auto de sus amigos. Pobre, eso sí que es tener mala suerte. Ella quedó al lado de Salomé, justo detrás de Nicolás, pegada a la puerta.

No íbamos tan apretados, la verdad...

Y bueno, no fue mucho lo que anduvimos. No llegamos a subir a la autopista. Ni siquiera íbamos muy rápido. Yo, como no sé nada de autos, no puedo explicarte demasiado. Mariano quiso pasar un auto, venía un camión, el camino no estaba muy bien... Pilu me dijo que fue una cuestión de reflejos. Y los de Mariano alcanzaron para dar un manotazo al volante y que al menos algunos de nosotros nos salváramos.

Vos, Nico y Mariano murieron en el acto. Los médicos dijeron que ni se dieron cuenta.

Yo tenía moretones por todo el cuerpo y cortes profundos en los brazos. Feos y dolorosos, pero nada más eso. Al parecer, con los brazos me tapé la cara, y me desmayé por el impacto.

Lo primero que hice cuando me despertaron en la camilla fue preguntar por vos. Aunque trataron de que no lo hiciera, giré mi cabeza y vi que uno de los cuerpos tapados era el tuyo. Asomaban las puntas de tus pelos. Eras la única morocha de rulos que había en el auto.

Ahí me agarró un ataque de nervios y me durmieron.

Me desperté en el hospital, con mi mamá de un lado y mi papá del otro.

Estuve en el hospital bastantes días porque querían controlar que no tuviera lesiones internas y curarme los brazos. Lo único que me quedó es ese dolor en el codo, que me sigue.

¿Querés que te cuente cómo me hacían las curaciones? Era un asco de esos que a vos te gustan. ¿Te cuento?

¡Te escuché!

¡Me vino a la mente tu cara haciendo fuchi fuchi! ¡Zoe! ¡Y tu voz! ¡Tu voz clarita diciendo salí de acá asquerosa!...

¡Qué alegría!...

Guau, fue un flash. Pensé que me había olvidado para siempre de tu voz. ¡Pero te escuché! Hacía varias semanas que no me pasaba...

Bueno, sigo. No te voy a contar lo de las curaciones. Me acuerdo del olor a Pervinox y se me revuelve un poco el estómago. Te cuento del resto de la gente:

Pilu, además de cortes y un brazo quebrado en dos lugares, se golpeó feo la cabeza. Me contó que se desmayó varias veces en la clínica. Le hicieron toda clase de estudios. Nos saben qué le pasó. Todo le daba normal. Tal vez el shock...

Ana es la que peor está, pero la viene luchando. Como Mariano pegó el volantazo, parte de la puerta donde ella estaba apoyada dio contra el camión. Se quebró no sé cuántos huesos y tuvo problemas en los pulmones. La viene luchando bien, pero parece que ahora se complicó un poco la cosa por una infección.

Salomé tiene no sé qué problemas en los riñones pero, sobre todo, ataques de pánico, y no quiere salir del hospital. Tampoco acepta que Mariano está muerto. Pilu fue a verla y dice que quedó destruido. Lo único seguro es que le llevará tiempo superar todo esto.

Al camionero no le pasó nada.

Cuando hicieron la ceremonia de tu entierro y el de los chicos, yo ni me enteré. Decidieron no decírmelo. Pablo me contó cómo fue todo. Hablaron la directora del colegio, la profe de Química y el de Inglés. Me dijo que fueron pocas palabras pero muy emotivas. Seguro que todos lloraban a mares. Después dijeron unas palabras tu hermana, la hermana de Nicolás y la hermana mayor de Mariano. Había muchísima gente. Pablo no se acuerda demasiado de las caras, él también estaba llorando. Las chicas me hicieron un relato más completo pero también confesaron que, como lloraban todo el tiempo, no se acuerdan muy bien de cómo fue la cosa. Al final, tres chicos que nadie conocía y que resultaron ser amigos de Nicolás leyeron un poema que escribieron entre todos, y la familia de Pilu y Mariano le regaló al colegio una placa recordatoria con tu nombre, el de Nico y el de Mariano; esa que está en el hall. Ahora, cada vez que paso por ahí la miro y veo tu zeta de Zoe. No la leo. Solo miro tu zeta dorada y sé que muchos los nombrarán.

Zoe. Nicolás. Mariano.

Solo tres segundos [Paula Bombara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora