POV Mel
Mi hermano aceptó ir a pasar la tarde con Noa. ¡Si es que tenía al mejor del mundo!
Por mi parte, la comida con Calum iba bastante bien. Hablábamos de todo y de nada a la vez, contándonos nuestros gustos y las cosas que nos habían sucedido durante estos tres años.
Calum: Pero si tú antes lo único que escuchabas era música de pacotilla Mel, ¿En qué condenado momento empezaste a escuchar música buena? – dijo señalando mi camiseta de Blink - ¡Yo tenía que haber estado ahí para ver ese cambio!
Mel: Empecé a escucharlos por ti. - se hizo un silencio- digo… ya sabes, a ti te gustaban, y fuiste tú quién me enseñó al grupo cuando estuve aquí.
Calum asintió algo incómodo de la situación.
Calum: Tengo que llevarte a un sitio esta tarde. Creo que te va a gustar. – dijo sonriente – Pago la cuenta y vamos, ¿sí?
Antes de que Calum se levantara fui yo quien se levantó antes y se acercó al camarero para que nos trajera la cuenta.
Calum: Ni en tus mejores sueños, Mel. Hoy invito yo. Ya me invitarás tú otro día.
Negué una y otra vez.
Mel: Esta vez pago yo. Ya me pagaste tú bastante hace años. – Dije recordándole la cantidad de dinero que se gastó en mí cuando nos conocimos – ¿Y bien? ¿A dónde me llevas?
Pregunté una vez que llevamos casi media hora andando.
Calum: ¿No te suenan estas calles?
Mel: Pues sí, sonar me suenan todas. Pero si ahora me dejas aquí sola no recuerdo a donde tengo que ir. Ha pasado mucho tiempo Calum.
Calum: Tienes razón. Bueno… queda poco, tú tranquila.
Cinco minutos después llegamos a un enorme campo con un riachuelo. No había nada más en él. Solo árboles y un par de columpios que yo conocía muy bien.
Mel: No puedo creérmelo – dije tapando mi boca con mis dos manos – sigue exactamente igual a cómo lo vi la última vez – miré a Calum y vi cómo me miraba feliz, contento porque sabía que había acertado plenamente llevándome a aquel lugar.
Cuando llegué a Australia a los 14 años, en un principio Calum y yo no nos llevábamos para nada bien. Si yo quería algo, Calum se las apañaba para que yo no lo consiguiera. Y un día, vinimos a este mismo campo con sus padres a pasar la mañana. En aquellos columpios fue donde Calum se acercó a mí a pedirme perdón, y a decirme que quería ser mi amigo.
En aquellos columpios empecé a sentir algo por Calum, aunque él no sabía que fue justo aquí.
Nos acercamos a los columpios y vi que aún estaban nuestros nombres grabados en la madera que los sujetaban, alrededor de otros tantos miles que se han ido añadiendo a lo largo de los años.
Calum: Me alegro de que te haya hecho ilusión que te haya traído aquí. La verdad es que desde el día que vinimos con mis padres, nunca más he vuelto a entrar. Solo pasaba por el camino que trae aquí, pero es la primera vez que entro desde entonces.
Mel: Pues como yo, entonces. – dije sonriéndole – Gracias Calum, en serio – le abracé fuertemente y él me correspondió el abrazo para después llevar sus manos a mi pelo y empezar a dibujar círculos con sus dedos en él.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero sin duda, era el mejor lugar para pasar el tiempo.
Calum: Mel… - cuando noté que su aliento chocaba en mi oído me tembló todas y cada una de las partes de mi cuerpo –
Mel: Dime – dije dejando a un lado la debilidad que su voz me había causado y haciendo como si nada hubiera pasado –
Calum me miraba con el ceño fruncido, como intentando averiguar qué estaba pensando en aquel momento.
Calum: ¿Si te beso ahora mismo cambia algo entre nosotros? – levanté de nuevo mi vista hacia sus ojos –
Mel: Ni se te ocurra Calum – dije alejándome de nuevo – ¿por qué siempre haces lo mismo? Siempre que estamos bien tienes que hacer algún comentario que lo manda todo a la mierda.
Calum: Melanie, joder… - dijo llevándose su mano a los ojos – a ver, te quiero, ¿sí? Te quiero. Y te quiero desde que pisaste mi casa hace tiempo, te quería cuando te fuiste de ella y te he querido cuando has vuelto. ¿Entiendes?
En aquel mismo momento recordé a Luke y sus palabras de la noche anterior: pensé que a lo mejor terminó con ella por ti.
Ahora sabía que lo que decía era cierto.
Pero por mucho que yo también sintiera eso por él, no podía permitirme volver a caer.
Mel: ¿Sabes qué pasa Calum? Esto es como cuando te plantas frente al espejo de tu casa, y comienzas a decir tu nombre una y otra vez. – Calum me miró sin entender qué quería decir – Al de un rato deja de tener sentido.