Capítulo 4

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Cada vez más me sentía peor. Abrí el cajón de mi buró y saqué la cajetilla de Lucky Strike que recién he comprado, junto al encendedor rosa y entonces me acerqué a la ventana para abrirla entera, solo así disiparía un poco el olor del tabaco que se desprendía del cigarrillo que he encendido y he puesto sobre mi boca.

Me senté en el piso, sin importar que ha caído un poco de ceniza sobre mi vestido. En realidad creo que esta noche no me importó nada y eso me hacía sentir tan mal. Más que cruda por todo el alcohol que bebí hace rato, tenía la cruda moral carcomiéndome por dentro. ¿Cómo pude besar a Sebastián sabiendo que ya está con alguien más? Eso no va conmigo ni con mis convicciones, encima, ¡todo lo que dije! ¡Dios mío! De solo acordarme me da pena ajena. Le di una calada al cigarro, negándome con la cabeza, creo que solo fue un grito desesperado para sentir un poquito de amor, un grito bastante desesperado.

No sé cuando va a terminar. En verdad que quisiera que este duelo fuera como el cigarrillo que me estoy fumando, que se apague después en un rato y se haga cenizas. Pero lo que siento por Matías parecía un cigarrillo interminable, solo ardiendo y ardiendo y haciéndome todo el daño posible, no a los pulmones pero si al corazón y a mi cabeza, porque se lleva todos mis pensamientos y supongo que por eso es que he andado tan dispersa, porque solo estoy pensando en él y en lo que hace o dice con Fátima.

 Pero lo que siento por Matías parecía un cigarrillo interminable, solo ardiendo y ardiendo y haciéndome todo el daño posible, no a los pulmones pero si al corazón y a mi cabeza, porque se lleva todos mis pensamientos y supongo que por eso es que ...

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El domingo se fue en un abrir y cerrar de ojos. Quizás no lo padecí tanto porque me la pasé durmiendo casi toda la tarde de lo mal que me sentía, en verdad que recordé por qué el alcohol y yo no somos tan buenos amigos y más que nunca valoré la botella de electrolitos sabor fresa que dejé enfriar en el refrigerador. Nunca había vomitado tanto en un mismo día y la cabeza jamás me había estallado de la forma en la que me dolía, creo que mi relación con el alcohol también tendría que entrar en pausa por un tiempo.

El fin de semana de locura tuvo que terminar cuando me tocó regresar a la realidad el lunes. Era cierto que las clases cada vez me agotaban más, entre leer y leer capítulos de libros y artículos enteros, hacer apuntes y repasos, preparar mis prácticas de laboratorio y preocuparme porque me viraran las titulaciones. De lunes a viernes no había otra cosa para mí que no fuera la universidad y eso me mantenía cansada la gran mayoría del tiempo. Mi vida rutinaria constaba de ir a la universidad, ir por Frida a la secundaria, regresar a casa para estudiar y llorar por las noches por mi ex y su nueva novia. Una ciclo en particular que ya quería que terminara, pero parecía que aferrarme al dolor era lo único que me mantenía unida a lo que tuve con Matías y por eso mismo todavía no quería soltarlo.

Daniel Morán: ¡Hola! ¿Cómo estás?

Anette Ibarra: Saliendo de bioética, ¿tú?

Daniel Morán: A punto de entrar a alemán. ¿Tienes planes?

Anette Ibarra: Sí, voy a ir con Ingrid a Groshi Express.

Daniel Morán: Cool, ¿sí está bueno? Nunca he ido.

Ya no respondí, guardé mi celular en mi bolsillo trasero de los jeans y abrí la cajuela del auto para meter mi mochila. Había quedado de verme con Ingrid en el buffet japonés de Insurgentes Sur que vio en Facebook y tenía el tiempo contado para salir de la universidad si quería llegar a tiempo, así que subí al auto y conecté mi celular al CarPlay, puse la dirección en Maps y después me dirigí a Spotify y seleccioné aquella canción de Maroon 5 que últimamente he escuchado demasiado para hacer el camino mucho más entretenido, ignorando por completo que Dan me ha vuelto a escribir preguntando si podía incluirse en nuestro plan más tarde.

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora