Capítulo 10

171 29 2
                                    

Siempre me había llamado la atención la decoración de la pared detrás del escritorio de Gustavo, tenía un árbol de madera con la leyenda «family tree» y al final de cada rama estaba empotrado un portarretrato, con fotos de sus hijos, esposa, viajes familiares y demás. Recién había cambiado una, la de su hija mayor, al parecer la ha actualizado porque la niña luce mucho más grande mientras posa con una bicicleta. Regresé mi atención a Gustavo, me perdí por un momento mirando su pared y no lo escuché en lo absoluto.

—¿Entonces consideras que tu relación con tu madre ya mejoró?

—Siento que ha mejorado desde que toma terapia también, al menos ya no nos hemos peleado.

—¿Y respecto al otro tema? —Cuestiona, alzando ambas cejas al escuchar esa pregunta.

—He llegado a la conclusión de que me está pegando mucho porque Matías siempre tenía la culpa de todo, me molestaba su indiferencia, que me cancelara salidas y le diera interés a otras cosas mucho más banales, pero siempre era él el que tenía que pedir perdón. Esta vez fue diferente, yo arruiné todo con la escenita que le hice en el World Trade Center, fue mi culpa. Por eso lo estoy sufriendo tanto, porque yo soy la que debe el perdón ahora pero ni siquiera me dio la oportunidad de contarle mi versión de la historia, asumió la suya y se fue e inició una relación con otra persona inmediatamente como si yo hubiera sido un cero a la izquierda en todo el tiempo que estuvimos juntos.

Odiaba volver a tocar este tema en terapia, pero era Gustavo el único que podía escucharme tantas veces hablar de lo mismo sin cansarse, digo, creo que es su trabajo. No cobra nada barato la consulta, así que escucharme hablar de mi ex y por qué me ha costado tanto superarlo es lo mínimo que podía hacer. Después me tocaba a mí escuchar, casi siempre decía lo mismo, que debía vivir mi duelo, que eventualmente un día iba a terminar, que un día va a dejar de doler y de importarme. «¿Cuándo llegará ese día?» Esa pregunta era la que me hacía siempre que venía a tomar terapia con él. ¿Cuánto tiempo más? Ya no soporto sentirme mal, ya no quisiera seguir fingiendo que todo está bien conmigo cuando la realidad es otra.

—Creo que el que hayas decidido bloquearlo de tus redes sociales es un avance importante. —Menciona—. Los duelos no son lineales ni tienen una fecha de caducidad. Y tienes que aprender a vivir con ello para poder estar bien más adelante.

—¿Por cuánto tiempo más? No soporto la idea de seguir sintiéndome así de miserable y que él ya haya hecho su vida con alguien más como si nosotros no hubiésemos pasado.

—No puedo decirte durante cuánto tiempo más, eso es algo que tú sola vas a averiguar. Cuando menos lo esperes, un día vas a despertar y te darás cuenta que ya terminó. Es hora de que comiences a soltar, no te aferres a lo que fueron, eso ya no está.

—A veces siento que debería irme de intercambio a otro país para poder dejar todo aquí y empezar de cero.

—Eso suena fácil, pero si no trabajas tus emociones lo único que vas a hacer es irte a otro país cargando lo que no solucionaste aquí.

Gustavo miró su reloj y después hizo un par de anotaciones en su libreta. Bien, conozco esa mirada, sí, ya hemos cumplido con la hora de terapia. Y ahora me toca responder la pregunta de «¿qué me llevo hoy de la terapia?». Me llevo la ingrata experiencia de que el duelo parece interminable, que estoy siendo poco paciente y que vengo hablando del mismo tema por semanas y todo parece no avanzar.

—Te veo la próxima semana Anette.

Asentí con la cabeza y tomé mi bolso cruzado antes de levantarme del sofá. Salí de su consultorio cerrando la puerta detrás de mí y le recordé a su secretaria que papá pagó por adelantado mi sesión cuando vino mi madre dos días antes con la psicóloga Rosa.

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora