Capítulo 12

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Diciembre se aproximaba, estábamos a escasas dos semanas de iniciar oficialmente con el último mes del año y lo sabíamos porque las tiendas departamentales ya se han llenado de adornos navideños. También significa que falta poco para rendir los últimos parciales y pronto llegará la hora de terminar los reportes de laboratorio pendientes, ¡y vaya que estas prácticas me han agotado como nunca antes! Sobre todo aquella en la que nos quedamos hasta tarde en la universidad, todo porque Laura tiró por error el triyoduro de sodio, reactivo que necesitábamos para hacer virar nuestra titulación.

Bien decían que entre más pasan los semestres de esta carrera, más te dan ganas de colgarte del enorme árbol que está afuera del edificio central, porque el estrés es insoportable. Exposiciones, capítulos de libros, artículos robados de Sci-Hub, huidas a la biblioteca saliendo de clases, intentando encontrar una mesa vacía porque todos querían salvar el semestre en las últimas semanas y se vacían los estantes, como si leer el libro ahora les ayudara a comprender lo que no entendieron desde septiembre.

Incluso anoche me quedé dormida temprano, sin importar que fue viernes. No salí, me quedé en casa, a las ocho ya tenía la pijama puesta y para las diez yo ya estaba en cama, con la luz apagada y preparada para dormir. ¡Vaya que necesitaba un descanso!

[...]

Pero este sábado definitivamente no iba a quedarme en casa. Daniel me ha pedido que nos veamos en las áreas verdes del Centro Nacional de las Artes, a unos cuantos metros del cine. No me ha querido decir qué es lo que vamos a hacer, sólo me ha pedido que llegue al medio día y no dijo más.

—¡Oh por Dios! ¿Qué es esto?

Me llevé las manos a la boca cuando descubrí el plan de Dan: un picnic. Realmente se ha encargado de hacerlo todo, la cobija sobre el césped, una canasta que no sé de dónde la ha sacado, una botella de vino tinto bien escondida, frutos rojos...

—Compré empanadas, las que están de este lado son de atún a las vizcaínas, esas son las tuyas. Las mías son las que están acá, de carne. Y por acá hay chocolates, lo bueno es que ya no hace calor así que se van a conservar y vasitos rojos para no levantar sospechas a los policías que luego andan por aquí rondando.

Se me hacía increíble la dedicación que le ha puesto a esta salida, él sabía lo estresada que me he sentido en los últimos días y que se haya tomado el tiempo para organizar un picnic para que me olvide un poco de todos los pendientes escolares que tengo —por lo menos un rato—, es algo que en verdad apreciaba.

—Estoy súper nerviosa por el próximo semestre, ya vamos a empezar con farmacología y vamos a trabajar con animales de laboratorio. ¡Me da temor! No me gustan los ratones.

—Bueno, es algo por lo que tienes que pasar, es inevitable.

—Lo sé pero, me da cosa. Una porque no me gustan y dos, porque después de experimentar con ellos tenemos que dormirlos en la cámara de CO2, no lo sé... Sé que es necesario porque gracias a ellos tenemos los estudios pre-clínicos de medicamentos y vacunas pero, también siento feo por ellos, al final también son seres vivos. —Le digo, tomando mi vaso para beber un poco de vino, haciendo una mueca porque realmente no me gusta—. Por eso quiero dedicarme a la farmacovigilancia, por lo menos ahí estaré lejos de trabajar con ellos.

—Todavía ni trabajas con ellos y ya les estás huyendo. —Dan no pudo evitar reír—. Hay cosas que no cambian nunca, como tú viviendo siempre en el futuro.

—Bueno, bueno. Basta de hablar de mí. —Menciono, dejando el vaso a un lado, ¿acaso no habrá traído agua? Definitivamente no me gusta el vino—. ¿Te das cuenta de que tú estás a punto de terminar la carrera? Un semestre más.

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora