Capítulo 33

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Dan ha abandonado la habitación para ir a la cocina desde hace rato. Yo me he quedado un poco más aquí, en la cama con las piernas doblemente cruzadas y con el celular en la mano. Particularmente no me sentía tan bien, ¿en dónde quedó ese momento en el que nos quedamos en la cama abrazados? Hemos esperado meses por esto, ¿no se supone que todo lo demás debe quedar a un lado? ¿no se supone que debamos quedarnos en la cama más tiempo? Se ha vestido, ha ido por más agua y de la cocina no ha regresado. Tomé mi celular, le escribí a Oliver, le conté que por fin había pasado.

Anette Ibarra: Pero no sé porque me siento tan así, ya ni cuando tenía sexo casual con Matías me sentía así, por lo menos Matías me daba mi media hora de arrunchis.

Oliver Ramirez: Bueno es que todos los hombres somo diferentes. Pero bueno, la pregunta del millón, ¿te gustó? ¿estuvo bueno?

Anette Ibarra: Estuvo bien.

Oliver Ramirez: Bien ¿mal? O ¿bien bien?

Anette Ibarra: Estuvo okey, solo que no sé porque me costó tanto venirme. Bueno no, en realidad ni siquiera pude hacerlo, no lo entiendo.

—¡Anetteeeeee! —Escuché que Dan gritó mi nombre—. ¿No quieres venir a cenar?

Bloqueé mi celular y entonces me paré de la cama. Bien, no va a regresar, al parecer se ha dedicado a calentar la comida que dejamos en la mesa. Un momento, su armario está abierto y desde aquí puedo ver esa camisa tan particular, la blanca con los cactus de color azul marino, la misma que estaba usando cuando lo conocí. Así que me puse de pie y la saqué del armario, quitándole el gancho para poder ponérmela y así salir para encontrarme con él.

—Ahora sí muero de hambre. —Le digo, agarrándolo detrás por los hombros, mirando lo que acaba de calentar.

—Lo sé, yo también.

Lo solté para que pudiera voltear, definitivamente le ha sorprendido que esté usando la camisa, su expresión facial habló por él.

—Esta es la camisa que llevabas puesta el día que nos conocimos, cuando me llevaste el macchiato. Todo el día te tuve en mente porque me hiciste pensar en mi rutinaria vida. Para ti yo era la chica que siempre iba a estudiar y que se se sentaba en la misma mesa todos los días, para mí y sin saberlo, fuiste la persona que llegó a mi vida para darle un cambio radical, en todos los aspectos.

Se acercó a mí para tomarme por la cintura y así besarnos, un beso mucho más tranquilo en comparación a todos los que nos dimos en su habitación.

—Te amo, Anette.

—Yo también te amo.

—¡Vaya! No has huido ni te has quedado callada, ¿acaso es un milagro divino?

Me negué con la cabeza, riendo entre sus brazos. Finalmente me soltó, lo ayudé a llevar los platos de regreso a la mesa para que pudiéramos cenar. En verdad que me sentía hambrienta y un poco agotada, así que el pan toscano sabía mucho más rico que otros días ¡y ni qué decir de la fonduta di mozzarella! Sin embargo, no sabía si yo ahorita era la compañía perfecta para Dan, dado que se ha puesto a contestar un par de mensajes en su celular. Así que desbloqueé el mío y no pude evitar mirar un poco el timeline de mis redes sociales. Ayy no... ¿Por qué lo hace?

—¿Por qué pones esa cara?

—Ingrid está tirándole indirectas a Elián en Facebook, como si Elián hubiera sido el que mandó a la verga su relación. Se está haciendo la víctima en sus publicaciones. —Le digo, con cierta molestia—. ¡Aghh! Yo hablé con ella e intenté convencerle de que no lo dejara, ¡si tan solo supieras como se puso Elián! Hablé con él el jueves y me dijo que lloró un buen rato por Ingrid, Elián la quiere como no tienes idea, por eso me da coraje que ella vaya a Facebook y lo haga quedar como un cabrón porque las cosas no sucedieron así.

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora