Capítulo 26

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Parecía que estaba viviendo las cinco etapas del duelo en un mismo día. Negación, me negaba a aceptar que Daniel ha conocido a otra persona y que probablemente ella está tomando un lugar que fue mío durante dos años. Ira, ¿por qué me mando la caja misteriosa entonces? ¿Por qué hizo las tarjetas y por qué gastó en el boleto para el concierto? Si ya la tenía a ella, ¿por qué hizo todo eso en mi cumpleaños? Negociación, okey, probablemente ha sido mi culpa por haber querido regresar como si nada hubiese sucedido, no he logrado dimensionar el daño que le causé al dejarlo porque no sabía cómo lidiar con mis sentimientos por Matías.

Un cigarro más, la playlist que le hice a Dan en Spotify con todas esas canciones que me ha enseñado ya se ha terminado de reproducir y yo seguía aquí pensando en mil cosas. Depresión, ¿cómo pude haberlo dejado ir en un principio? ¡Es que sí que soy una pendeja! Dejé ir a un chico maravilloso por aferrarme a alguien que hace mucho me ha soltado, lo dejé ir y él ha encontrado a Mónica. Aceptación, bueno, pero yo le había dicho a Dan que merecía encontrar a una chica que lo quisiera como él se lo merece y quizás esa chica es Moni...

Cuando dieron las ocho de la noche decidí salir de mi casa. Ya he pasado las últimas doce horas pensando en la llamada y en todo lo que pudo o no haber sucedido en la fiesta. Me he fastidiado de pensar en cómo fue que llegaron, cómo la presentó, cómo Moni pudo o no haberse ganado a sus amigos como yo lo llegué a hacer, en la forma en la que pudo haber bailado con ella, en cómo la besó, cómo la tocó, cómo fue que decidieron irse de la fiesta para pasar la noche juntos. Estar en mi habitación la gran mayoría de tiempo en soledad solo potenciaba que continuara pensando, hilando e hilando cosas, no podía continuar encerrada haciéndome daño con mis pensamientos.

El bar de Raúl me pareció una buena idea, tomar en soledad mientras escuchaba el ruido de la gente a mi alrededor era mucho mejor que escuchar el ruido de mis propios pensamientos, fumar incluso, se sentía mucho mejor hacerlo aquí que en mi habitación, en dónde después de apagar cada cigarrillo tenía que preocuparme por matar el olor para que mis padres no sospecharan.

—¿Te sientes bien? —Me pregunta Raúl, poniendo su mano sobre mi hombro.

—No realmente. El karma me lo ha regresado, me han roto el corazón.

—Hey, tranquila. Va a pasar, lo verás, sanará. Te van a romper el corazón una y mil veces más, es algo normal, algo con lo que vamos a tener que lidiar siempre. —Comenta, recargándose en la silla—. Antes de Oliver, me rompieron el corazón y dejé de creer en las relaciones un buen tiempo. Y mírame ahora...

—No lo sé Raúl, creo que me acostumbré tanto a que él me quería con todas sus fuerzas que verlo con alguien más o saber que estuvo con alguien más... —Me negué con la cabeza, removiendo con mis dedos una lágrima que logró escapar—. Es algo muy nuevo para mí. Él siempre estuvo ahí y yo siempre me iba, ahora fue al revés.

—¿Quieres que le llame a Oliver?

Me negué con la cabeza, no quería ver a Oliver ni a ninguno otro de mis amigos, no quería lidiar con explicaciones ni opiniones que no quiero escuchar.

—Cualquier cosa que necesites voy a andar aquí cerca, ¿vale?

Raúl se fue, tenía que atender su negocio, no podía quedarse conmigo y no quería que lo hiciera. Simplemente me dediqué a pedir un shot de tequila más y me quedé en la barra escuchando la canción que han puesto. Bastó escuchar el primer «qué triste fue decirnos adiós» para que mis ojos volvieran a llenarse de lágrimas.

Daniel Morán: ¿Estás en tu casa?

Anette Ibarra: No, estoy en el bar del novio de Oliver.

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora