Epílogo

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Tomé un cigarro de la cajetilla que tenía bastante tiempo guardada en el cajón de mi buró, lo encendí y después de la primera calada, volteé a ver el cartel publicitario del Plaza Condesa en el que estaba escrito el nombre de CLUBZ. Me quedé mirando la entrada del Plaza por un momento, recordando la última vez que estuve aquí esperando, cuando Dan me vio fumar y decidió quitarme el cigarro para apagarlo bajo el argumento de que me hacía daño. Me negué ligeramente con la cabeza, no sé qué más hago aquí afuera si no vendrá nadie para acompañarme.

Una última calada, lo tiré al piso y lo apagué con la punta de mi tenis blanco antes de caminar hacia la entrada, tirando la cajetilla con los cigarros que le quedaban en el bote de basura más cercano. Creo que darme sorpresas con instrucciones era una de las cosas favoritas de Dan. Siempre tan impredecible, siempre tan misterioso. Me ha hecho abrir éste sobre a la media noche, solo para darme cuenta de que me había regalado su boleto para ver a CLUBZ, para que así pudiera bailar con sus canciones y quizás recordar un poco esa noche de octubre que vivimos en su departamento.

«Creo que a veces necesitas salirte un poco del plan y ser más espontánea, creo que tengo el pretexto perfecto. Cancela lo que tengas que hacer este jueves, ve a bailar con CLUBZ, Coco se saca los pasos prohíbidos, ¿por qué no sacas los tuyos?» se leía en el sobre con su puño y letra, un solo boleto, ya me ha quedado claro que esta noche no iba a tener acompañante. Solo sería yo en una zona frente al escenario, vería a una banda que, como ya era mi costumbre, conocí gracias a él.

No conocía mucho sus canciones, de hecho, solo los había escuchado cuando Dan los ponía en el tráfico o en el departamento. Pero aquí estaba, moviéndome al ritmo de la música, disfrutando de alguna forma de este concierto que ha sido hasta ahora el más espontáneo de mi vida, lo disfrutaba como sé que él hubiera querido que lo hiciera. Al final, me cedió su lugar, me entregó su boleto como un último regalo, así que creo que es una obligación para mí vivir este concierto de la forma en la que Dan lo hubiese vivido: bailando.

Daniel Morán: Espero que estés bailando mucho y viviendo el concierto a través de tus ojos, no a través de la pantalla de tu celular. Hazlo por mí.

Bloqueé el celular esbozando una sonrisa, el encore ha comenzado, el concierto está por llegar a su fin. El escenario se tornó azul gracias a las luces cuando Palmeras comenzó a sonar, la gente a mi alrededor comenzó a cantar y a bailar junto a Coco y Orlando las primeras líneas y yo, yo no pude evitar cerrar los ojos, recordando aquella vez que estuve en la habitación de Dan bailando con él esta canción.

Al cerrar los ojos imaginaba cómo sería este momento si él estuviera conmigo. Seguramente que me tomaría por la cintura y bailaríamos al mismo vaivén, cantando el coro de esta canción que tanto le gusta bailar, seguro que me daría un beso en medio de la gente sin importar nada más que nosotros y nuestro momento, seguro que sería una noche más que se sumaría a la lista de noches a su lado que no voy a olvidar jamás. Pero eso solo estaba en mi imaginación, en la vida real terminé bailando sola.

Y mientras conducía por la ciudad después de haber vivido aquel concierto, una ola de memorias vino a mi cabeza, recordé muchas cosas al mismo tiempo: cuando nos conocimos y estaba usando esa camisa blanca con los cactus de color azul marino, camisa que use la noche que tuvimos sexo por primera vez y bailamos Palmeras descalzos en su habitación, cuando tuvimos nuestra primera cita, aquella vez en el mirador y el picnic en el CNA, los interminables besos que nos dimos en el auto, las risas, toda la música que conocí por él y nuestra despedida. Volteé a ver el lugar de copiloto vacío, ya no estaba Dan.

Ahora solo me queda Madrid. 

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora