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Ha hecho hasta lo imposible por acercarse a su amado Tobio-kun, Karasuno lo ha notado, todo Inarizaki también aunque su gemelo no le agrade la idea del todo, ¡alega que gasta demasiado solo por llamar la atención del chico de azabaches cabellos! ¿Que son unos cuantos yenes en una que otra joya? ¿O ropa costosa? ¿Cenas en restaurantes lujosos? Pero desgraciadamente nada de eso estaba funcionando, se topaba con un rostro lleno de hastío por parte del armador de primer año y su corazón se rompía otro pedacito, ¡pero el era Atsumu Miya!
-¿¡Porqué nada de lo que hago funciona?!
Sus rabietas comenzaban a subir los ánimos en los entrenamientos, se negaba a colocar para sus compañeros a menos que Kageyama Tobio aceptara sus sentimientos y realmente aquello irritaba a su gemelo. Shinsuke observaba en silencio los fracasos del menor, aún mantenía los entrenamientos al escuchar que su abuela prefería que mantuviera un estilo de vida activo antes de saltar a la universidad.
El rubio continuaba con sus pataletas, negándose de forma rotunda a las peticiones de sus compañeros porque dejara aquella actitud infantil pero más allá de dejarlo lo que hizo fue hacerse un ovillo en el suelo, con lagrimillas en los ojos, las mejillas infladas mientras abrazaba sus piernas.
-Voy a patearlo.
Osamu tenía la entera disposición de meterle la cordura y la setterzone a golpes a su hermano, Suna solo se mantenía al margen de todos los problemas que los clones se llevaban encima, Ojiro fue el encargado de detener el violento método de Osamu tomando a este por la cintura mientras el gemelo de cabello cenizo se meneaba molesto.
-Atsumu.
Cuales soldados todos se pusieron tensos ante la voz de su capitán, Kita se acercaba con un paño húmedo y exprimido hasta el armador.
-¿Qué?
Se iban a desmayar, ¡Atsumu podía darse por muerto! ¡Le había contestado mal a su aún capitán!
-¿Que debería llevar el mensaje en la lápida?
Suna parecía divertido aunque sus gestos no lo demostraron.
-¿Que tanto quieres al armador de primer año Kageyama-kun?
Lejos de enojarse por la manera en la que el rubio le contesto tomó asiento en el suelo de la cancha a la manera tradicional, seiza, justo como haría una madre que va a aconsejar a su hijo en un aspecto que le resulta muy complicado.
