Mafia - Omegaverse

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-¡Don Kageyama! ¡Oikawa ha escapado!

Tobio miraba al jardín donde los jardineros acomodaban las macetas, cortaban los arbustos, ramas crecidas y demás.

-Lascialo in pace... me había advertido que se fugaría un día, no era feliz aquí con nosotros y está bien, no quiero que vayan tras el, es importante para mi, también un alfa imponente que merece una vida digna de su estirpe así que vuelvan a sus tareas asignadas.

-Come dice Don.

Se retiraron del despacho dejando al poseedor de cabellos azabaches a solas, Oikawa Tooru no era su destinado y había escapado con el omega que amaba desde su infancia; no estaba en contra del amor, siempre había soñado con enamorarse profundamente para entregarse en cuerpo y alma a su ser amado como sus padres lo habían hecho despilfarrando amor por los pasillos de aquella inmensa casa, bailando al compás de la música italiana, con su padre dándole flores a tan bella omega y que cada día le recordaba lo hermosa que era con cualquier vestido, maquillaje, joya que ella se pusiera hasta el día en que ambos fallecieron. Tobio ahora como cabeza de los Kageyama, la mafia Hâfu como le llamaban en el país de su padre componía ya el cuarenta por ciento del dominio, Roma comenzaba a ceder cuando se vio en la obligación de tomar el poder a pesar de que muchos italianos antiguos estuvieron en contra por tratarse de un omega, la raza débil, los que solo deben quedarse en casa y tener hijos, ¡pues no! Los tiempos habían cambiado por lo tanto el tomaría el mando sin someterse a ser marcado por un alfa que no deseara.

Sus recién lustrados zapatos caminaban sobre la alfombra recién aspirada, recibía informes de los ataques, el porcentaje del mercado ya adquirido, los arreglos que mantenían con otras casas y otros países. Las indicaciones fueron contactarse con la rama japonesa de su famiglia, con sus aliados dentro de Japón para tener una reunión con estos en los próximos días.

-Los japoneses han llegado, Don.

-Háganlos pasar.

Le encantaba la nación de su padre, siempre asistían vestidos con esas yukatas, kimonos de coloridas telas y aunque llevaban armas de fuego una espada siempre estaba ahí colgando a un lado de su cadera. Esta vez llevaban personas nuevas, todos ellos alfas de un potente aroma pero eso no era suficiente para hacer que se doblegara y aunque lo viesen con fastidio tendrían que aguantarse pues era uno de los hombres poderosos del continente europeo.

-Estoy contento de recibirlos en nuestra casa señores, estamos aquí para hablar de nuestros negocios en su país que parecen estar teniendo algunos problemas con los demás miembros de la mafia japonesa, ¿no es cierto?

La reunión continuo por varias horas, una antes de terminar los guardaespaldas fueron cambiados con prontitud y la ráfaga de calor que invadió el cuerpo del nuevo Don erizó la piel de los demás al sentir ese aroma a menta fresca, casi podían sentir el sabor de una limonada con aquella hierba aromática en su interior deslizándose desde su nariz hasta su garganta; había encontrado a su destinado siendo un hombre bastante alto de cabello rubio, ojos de un amarillo oscuro pero brillante como si de una mostaza se tratara que poseía un aroma a chocolate amargo, ese mismo que usan para preparar sus bebidas a base de leche caliente y sus instintos pudieron más que el lanzándose a los brazos de aquel chico sin importarle que la mesa fuese su camino hasta este y que los papeles se vieran lanzados a los lados a pesar de los gritos de ambos.

-Tú... tú... amore mio.

El alfa no sabía como reaccionar ante aquella repentina fuerza de feromonas que se metieron sin su permiso a través de su nariz mientras aquel omega se frotaba con avidez contra su cuerpo haciendo que su dentadura se tensara para evitar la tentación de marcarlo en ese mismo lugar y el celo de Tobio se disparó sin más haciendo al más alto abrazarlo con posesión enfrentándose a aquellos poderosos alfas en el lugar de reunión. Prontamente fueron auxiliados por los demás miembros de los italianos, unas damas, omegas marcadas guiaron a los chicos con parsimonia y dulzura a una habitación sellada para esos casos.

-Por favor señor Tsukishima, sea amable con nuestro Don.

Con eso pudo dejar de lado sus instintos, cosa que no tardó demasiado pues el omega ya se había percatado de sus duros problemas dentro de su pantalón, le tomó con una mano del rostro para besarlo de forma desesperada, apasionante, asfixiando a este con su lengua por abrirse paso y la saliva siendo derramada sobre el cuello del omega arrancando sus prendas de forma igualitaria. Apretó su trasero escuchando un melodioso gemido que encantó al alfa, ¿así se escuchaba tu otra mitad? Que maravilloso. Ahí mismo comenzó a prepararlo, la humedad de su entrada era una bendición pero el omega no era paciente así que se sentó en su regazo frotando su entrada al miembro erguido de aquel hombre soltando palabras inentendibles en un nuevo idioma que se había inventado en ese mismo momento ante toda esa presión, menta y chocolate fusionándose como uno mismo en aquella habitación.

Cuatro dedos ya lo abrían dándole una vista excitante que hizo mojar aún más su glande gracias al líquido pre-seminal que ya había hecho su aparición mucho antes.

-Per favore... entra de una sola vez.

Separó voluntariamente sus piernas, su mano derecha estiraba su entrada palpitante y rebosante de lubricante para su alfa.

-Que manera tan malvada de torturar.

Volvió a besarlo, alzando sus caderas notando lo bien formadas que estaban hundiéndose de una sola vez en su interior conectándose de inmediato, con una sincronía maravillosa y sus palpitaciones se volvieron una sola. Kei comenzó a embestir ferozmente al omega que pedía por más, rogaba que incluso le dejase encinta perdido en el calor del momento y cambiando de posición cada que podía.

Estando en cuatro podía sentirlo con tal profundidad que era imposible no arrugar las almohadas ante el intenso placer que su pareja le proporcionaba. Los japoneses se instalaron en el lugar, los sirvientes acumularon bandejas de comida sin tocar por una semana entera cosa que ya comenzaba a preocuparlos pues era demasiado tiempo pero interrumpir la cópula de un omega y alfa destinados no era ni por lo mínimo bien visto; al octavo día la puerta se abrió haciendo a los presentes llevarse una mano a sus narices para no aspirar las fuertes feromonas de aquel encuentro.

-Muero... de hambre.

Tobio gruñó molesto, con el cuello con diversas marcas rojas, los brazos, las piernas también pues esa camiseta blanca no lograba cubrir demasiado esa zona y miro dentro de la habitación avergonzado por eso. Kei acomodaba sus lentes rotos riendo al toparse con la mirada del chico de cabellos negros, los habían roto en un momento de frenesí durante los días que tardaron encerrados en aquella habitación.

-Es un honor poder presentarme al fin Don Kageyama, Tsukishima Kei y ahora oficialmente, su alfa.

Hizo una reverencia frente al poseedor de ojos como el azul del mar profundo.

-Al menos me conoces, nuestro lazo está por demás llevado a causa de las hormonas por habernos encontrado y mi cuerpo reaccionó de forma natural para llamarte, pero no te conozco en lo más mínimo y... -se vio interrumpido cuando tomó su mano-

-Aún tenemos una vida para hacerlo.

Tobio frunció las cejas con molestia, ¿qué pasaba? Recuerda que los japoneses no suelen invadir de esa manera el espacio personal de los demás o quizás debe ser a que se trata de que el es italiano por lo tanto no tiene que guardarse tanto como lo haría en su país de origen.

-Lejos de las palabras lindas y la alianza que tenemos, quiero conocerte primero antes de llegar a algo más.

-¿Algo más? Creo que empezamos al revés, ¿no? Esto es todo lo que se puede llamar como algo más, Don Kageyama.

Tenía actitud, ya era un punto.

-Aún no sé ni siquiera cual es tu posición dentro de los yakuza.

-Apenas soy un aprendiz.

¿Se había metido con un lacayo? Quería que la tierra se lo tragase en ese mismo instante pero ya estaba ahí, ya había sido marcado así que quizás si anhelado amor natural podría surgir algo distinto al de sus padres, ¿verdad?

Continuará...

One Shots TsukiKageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora