Tanabata.

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Adaptación de la leyenda japonesa al TsukiKage.

Espero que les guste aunque la celebridad ya pasó, jaja.

Como cada año, Orihime esperaba impaciente encontrarse nuevamente con quien le había enamorado hace ya miles de años que no tenía caso contar debido a que ya había perdido la cuenta, aquel lago de estrellas que los separaba de poder abrazarse y darle una muestra del ferviente amor acumulado por aquellos trescientos sesenta y cuatro días de todos los años, cada día siete del mes séptimo, encontrarse con aquellos orbes miel que tanto añoraba.

—No tienes que arreglarte más, sigues estando tan hermosa como desde hace tres mil años Orihime.

Las grullas llegaron a su encuentro, formando un largo puente sobre aquel refulgante lago hecho de estrellas que separaba a los amantes de poder estar piel con piel.

—Cá-cállate, solo se movió el peinado un poco.

Con las mejillas rojas y el pecho lleno de emoción subió a ese puente acortando al fin la distancia entre ambos lanzándose a los brazos de su amado sin pensarlo demasiado, Hikoboshi la recibió con el mismo gusto de siempre dejando suaves besos en sus mejillas, frente, nariz y culminando aquellos mimos con los labios de su amada que se sellaron a los propios en busca de más profundidad.

Los brazos de la princesa se cerraron alrededor del cuello del pastor y este por su parte encerro la cintura de su esposa entre sus brazos dejando gustoso que descargara todo ese amor que ya debía estarla desbordando por dentro, con miradas cómplices, ambos amantes se sentaron a las orillas del río mirándose con sonrisas cómplices, enamorándose cada vez más, justo como cuando se conocieron a causa de Tentei-sama.

—¡Eso fue hermoso!

Lloriqueo Yachi, la segunda asistente del equipo aplaudiendo conmovida mientras Hinata apenas y se movía de su asiento debido a que se había dormido apenas iniciado el relato mientras que Tobio, Tobio se había quedado pensativo y Kei lo observaba desde el asiento atrás de el.

—Te has quedado ido desde el relato Rey, ¿pasa algo? ¿La historia te ha conmovido?

Preguntó burlón el de lentes llevándose una mano a los labios esperando la respuesta de por más molesta de su pareja.

—¿Tu harías eso?

Tsukishima alzó una de sus cejas.

—¿Hacer que?

El sonrojo en las mejillas de Kageyama crecía lento pero seguro hasta convertirse en un rojo cereza preocupante.

—Tobio, ¿en serio? ¿Es... es en serio?

No pudo aguantar su risa.

—¡Cá-cállate idiota cuatro ojos!

Estaba enojado de que entendiera tan rápido a que se refería, mucho más de la gracia que aquello le causaba a quien supuestamente era su novio y el sonrojo que le restaba seriedad al asunto. Odiaba toda esa situación.

—E-esta bien, ¡Tobio! ¡Rey! ¡Espérame!

Cuando se dio cuenta Kageyama ya le llevaba demasiada ventaja, ventaja que no tardo en acortar hasta darle alcance al más bajo poniendo en la cabeza de este algo parecido a un velo con brillantes estrellas doradas que adornaban la tela de manera preciosa a los ojos de Kei y que resaltaban lo femenino en Tobio, según el poseedor del kanji de la luna en su apellido.

—Por supuesto que iría cada maldito año a verte mi princesa, bueno, mi reina.

El golpe directo a su hombro izquierdo no lo pudo esquivar quejándose de dolor pero con la sonrisa burlona plasmada en su rostro haciendo que el sonrojo creciera en su pareja.

—Te dejaría esperando, poste andante.

Con delicadeza sostuvo las mejillas del moreno hasta arrastrarlo a un muy muy pequeño río cercano al camino que ambos tomaban para regresar a casa donde el rubio se detuvo, haciendo que el de orbes azul profundo observara el reflejo en el agua oscura, las estrellas se reflejaban brillantes en la quietud de aquel pequeño río.

—Eres tan cruel mi reina, yo que espere un año entero por ti, bueno, solo trescientos sesenta y cuatro días.

Tobio se quedó pensativo.

—Olvídalo, no mates tus neuronas, ¿ok?

Lo miro feo, no entendió, pero lo miro de mala manera. Kageyama se acercó lentamente a el hasta poder posar su mejilla sobre el pecho del más alto disfrutando aquella posición que no muchas veces se permitía debido a que le parecía demasiado vulnerable para su gusto pero que en ciertas ocasiones olvidaba aquello dejando que los brazos de su rubio amante le acunaran con amor permitiendo que su cuerpo fuese protegido por ese idiota de metro noventa que gustoso hablaba con amor a su oído.

One Shots TsukiKageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora