Cambio de edades

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-Mi nombre es Tsukishima Kei y seré su maestro encargado, cualquier duda o molestia no duden en acudir a mí.

-¡Cuide de nosotros por favor!

Primer año, Kiitagawa Daiichi y es donde hacía falta un maestro tutor para los jóvenes de primer año, recién egresado fue una fortuna encontrar el empleo no muy lejano a su domicilio siendo el tutor de una clase en la prestigiosa escuela Kiitagawa, dónde el club de volleyball masculino era el que hacía brillar el nombre de la escuela, aunque el fútbol, el béisbol y demás deportes también habían entregado premios, reconocimientos sumando muchas solicitudes de ingreso a la escuela. Decidió darse una vuelta con ayuda de una amable chica de tercer año que le mostraría los clubes.

-Este año tenemos a Oikawa-kun como armador titular, ¡es tan bueno en las colocaciones!

Oikawa Tooru, había escuchado maravillas del chico y bueno, su hermano tenía una conexión con la hermana mayor del castaño. Sus ojos recorrieron, tres de los alumnos en su tutoría se encontraban en el club, Kunimi Akira, Kindaichi Yuutarou y Kageyama Tobio, era curioso que sus apellidos iniciaran con la onceava letra del abecedario en los tres menores.

-¡Kageyama! ¡Inicia como armador!

El pequeño dio un pequeño salto y corrió a la cancha, apenas escuchaba las palabras de su guía manteniendo la vista fija en la delgada figura del azabache, Kei jugó volleyball algunos años durante la secundaria y preparatoria pero no conoció ningún armador con el nivel de Kageyama Tobio de apenas doce años, sus manos acariciaban el balón de una forma delicada, sus huellas dactilares parecían tener una extraña armonía al momento de colocar el esférico para dejarlo exactamente en la palma de Kunimi o Kindaichi.

-Un prodigio.

Al estar arreglando sus papeles escuchó aquello de los profesores encargados del equipo de volleyball.

-Kageyama avanza a un nivel monstruoso.

No era para menos con el historial por parte de la rama materna del chico, no es como si se hubiese pasado la noche anterior investigando su linaje, para nada... Kageyama era hijo de un asalariado japonés y una extranjera con la ciudadanía japonesa legalizada, una estadounidense y aquello explicaba los ojos azules en chico de cabello negro, ¿cuando viste un japonés de ojos azules?

Su apellido materno también tenía derivados extranjeros pero ellos eran Tsukishima sin más, pero al proseguir con aquello también descubrió que la familia materna tiene un largo historial deportivo no era de extrañar que se potenciaran con la genética japonesa de su padre y...

-Profesor Tsukishima.

-¿Sí?

El trío de chicos K estaba frente a el y Kageyama apenas podía mantener la compostura debido a que sus ojos rogaban por llorar mientras sus manos se aferraban a la orilla de su chaqueta, su rostro tenía polvo y una herida sangrante en la rodilla.

-Kageyama se cayó mientras corríamos.

-Oikawa-san hizo que se tropezara, no mientas Kunimi...

Kindaichi se molestó un poco con su amigo por aquello.

-Bien, dejenlo conmigo lo llevaré a la enfermería para que sea analizado y descartemos algo más grave, ¿puedes caminar Kageyama-kun?

El menor negó, ¿lo trajeron cargando? Se dio vuelta dejando su espalda frente al menor para que se subiera y este lo hizo con algo de dificultad.

-Volveremos a nuestro entrenamiento.

-Si y gracias por traer a Kageyama-kun hasta aquí, díganle al entrenador que cualquier detalle se lo haré saber.

Ambos menores hicieron una reverencia y se fueron del lugar dejando al menor en las manos de su profesor tutor. Fue atendido prontamemte, descartando cualquier daño interno, más superficial en sí y un vendaje fue suficiente aunque el dolor mantenía su rodilla algo rígida.

-Deberás dejar la práctica para mañana o pasado mañana Kageyama-kun.

-¿Tiene algún justificante para el entrenador de volleyball?

-Sí, un momento profesor Tsukishima.

Kageyama sostenía su caja de leche, con un ligero rastro de molestia debido a su tropiezo y su rostro se contrajo de enojo al recordar como Oikawa lo había empujado, muy ligeramente pero al estar corriendo al menos se consolaba con los golpes que Iwaizumi-san le había dado al armador mayor.

-Kageyama-kun, ¿puedes levantarte?

El menor negó, aún le dolía y lanzó la caja vacía al bote de basura. Kei suspiró llevándolo de nueva cuenta en su espalda, se le hacía complicado mantener la postura mientras sus manos sostenían las delgadas piernas del menor, sus dedos acariciaban la tersa piel del azabache y aquellas trabajadas piernas.

-¿Desde cuando juegas volleyball Kageyama-kun?

-Desde la primaria Tsukishima sensei.

-Entiendo, yo también jugue en secundaria y preparatoria.

Los ojos de Tobio brillaron.

-¿Lo dejó? ¡Usted es muy alto!

-Esa es una buena observación, ¿adivinas mi posición?

-¡Bloqueador central!

La risa de Tsukishima hizo enrojecer el rostro del chico de bonitos ojos azules, mientras las preguntas se elevaban cual burbujas sopladas al cielo y se perdían de la vista de cualquiera a su alrededor. Tsukishima comenzaba a sentir ese deseo de reventar el plástico protector de Kageyama con los dientes, arrancar por pedazos esa fácilmente corrompible pureza que poseía el menor y de la cual era ignorante.

Pronto se hizo un lugar en el corazón del menor, este fue dejando poco a poco la amistad que tenía con Yutaro y Akira mientras este último observaba los ojos miel de su profesor enmarcados única y exclusivamente para Tobio, la mirada muerta de Akira y la lujuriosa de Kei chocaron descubriendo los sentimientos más reprimidos en el fondo de su ser.

-Kunimi, vamos, ay que trotar.

Desvió la mirada dejando a Tsukishima con una sonrisa orgullosa, le gustaba la actitud de ese pequeño rematador y como intentaba proteger a su amigo de la oscuridad que el rubio poseía en su interior, pero era tarde, solo era cuestión de tiempo para poseerlo y jamás dejarlo ir. Llegó el día de la graduación donde Tobio le permitió tocarlo más allá de lo permitido, donde su uniforme fue retirado, su cuello marcado y su virginal garganta emitió eroticos sonidos que le hicieron acreedor de movimientos que le hicieron ver estrellas y tocar el cielo con la punta de sus dedos.

Kageyama llegó a Karasuno con una mentalidad distinta, conociendo a aquella persona capaz de adaptarse a sus colocaciones y al terminar las clases, Tsukishima-sensei lo esperaba a la salida con una cajita de leche preguntando como estuvo su día en la preparatoria, la pregunta clave hacía estremecer el joven cuerpo de Tobio y las manos del mayor en su cabello solo hacían estragos en su cuerpo.

-Vayamos a casa Tobio.

Asiente con timidez, esa es la afirmación para avisar a sus padres que no llegaría.

One Shots TsukiKageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora