Psiquiatría.

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⚠️ Esto no tiene un final feliz. ⚠️



























Tsukishima Kei comienza a hacerse un nombre entre sus colegas de psiquiatría a pesar de ser joven y no tener más de ocho años en el mundo del tratamiento de las enfermedades mentales. Ha visto sin horror personas arrancarse cabello, usar instrumentos para causarse dolor o cortadas en la piel que sangran y aunque sus pacientes tienen una vida ya tranquila gracias a su tratamiento no ha experimentado los casos más graves por lo que es invitado por el mismísimo Ushijima Wakatoshi al hospital de enfermos mentales más conocido en Japón. El orgullo de su trabajo pasado lo lleva a aceptar sin saber exactamente que le espera tras las puertas de aquel hermoso hospital.

El patio solo contaba con unos cuantos pacientes, al parecer no todos llevaban una buena relación con el exterior por lo que tras una breve presentación con el personal y los demás médicos Kei comenzó su labor. Era joven por lo que las personas mayores allí lo querían como si de un nieto se tratase llegando a tomarle gran cariño obedeciendo sus peticiones cosa que le hacía más llevadero su trabajo y por supuesto disfrutarlo en gran medida; juega ajedrez con algunos, pasea con otros, durante la medicación aplica juegos que aprendió de su mentor como ver quien se toma más rápido la pastilla aunque lo suyo sea un caramelo pero con los demás puede ser tan frío como un témpano de hielo dejando a las enfermeras suspirando al verlo pasar pues es rubio, alto y bastante atractivo.

Pasea por un pasillo no visto en esos meses donde el exterior se ve con más personas dispuestas a sentir el césped, el aire, las caminatas y demás gracias a su persona, si tan solo una de ellas pudiese salir de ese hospital regresando a ser parte de la sociedad se sentiría como una ganancia. Una tabla cae al suelo haciendo ruido provocando alaridos en las habitaciones que logra hacer que su temple caiga unos segundos antes de levantar aquel objeto que causo todo el alboroto leyendo el informe sobre el paciente en esa habitación.

Nombre: Kageyama Tobio
Edad: 25 años
Sexo: Masculino

Enfermedad: Trastorno límite de la personalidad.

Grado: No identificado.

El último renglón logra perturbar la lógica del médico, por el historial muestra que presenta grados de autolesión leve pero en ocasiones graves por lo que ahora comprende lo de no identificado y por alguna razón Kei se queda prendado de el. Tobio mantiene un balón de volleyball entre sus manos gran parte del tiempo donde solo es soltado para poder tomar sus alimentos. Es un paciente tranquilo así que una vez el caso se mantiene en manos del rubio decide trasladarlo a otro pabellón más adecuado para el.

-Tus ojos son hermosos Kageyama-kun.

Lo mira con sorpresa pues nadie en su vida le dijo tal cosa, de hecho si su mente se encuentra tranquila el puede recordar como fue odiado por todos los de su generación, apartado, sin padres atentos y sus manos van a su cabello jalando este con furia, sintiéndose incapaz de ver a los ojos al rubio que ahora sostiene sus manos evitando que se haga daño de esa forma. La enfermera que acude por los gritos de va unos instantes y trata por todos los medios de darle la medicina al joven pero intenta morderla con tal fuerza que sería capaz de arrancar uno de sus dedos.

-¡Pon la pastilla en mi boca!

-¡Tsukishima-sensei eso es muy peligroso!

-¡Hazlo! ¡Es una orden!

Ella sabe que tras esa orden directa no existe ninguna probabilidad de cargar con la responsabilidad de que le llegase a suceder algo al rubio por lo que le posiciona la pastilla donde debe una vez Kei la ha dejado seca al tragar su saliva para no ingerir los químicos, sus labios se unen a los de Kageyama dejando un momento al muchacho en shock cuando su garganta pasa por instinto el comprimido, pero sus ojos no tienen brillo, parece muerto pero sostiene con fuerza los antebrazos de su médico dejando caer la cabeza al frente donde el hombro del rubio lo recibe haciendo a este suspirar por el esfuerzo de calmarlo antes de que se hiciera daño.

-Escuche que las mejorías de Kageyama Tobio comienzan a ser notables.

-Aún son muy pequeños cambios para alguien como el.

Infantil como solo el, se come parte a parte su galleta de dinosaurio y es que su madre se la ha puesto como postre, no va a negar que le encanta el detalle.

-Que ya pueda salir es un gran avance, estaba tan pálido que pensamos que llegaría a morir.

-¿Que lo llevó a ese estado? ¿Solo el bullying?

Dio un sorbo a su bebida tibia, comenzó la plática acerca de su pasado siendo un prodigio para el volleyball, sabían que ese muchacho arrasaría con todo equipo que se pusiera enfrente pero los demás no se encontraban a su nivel llenándolo de críticas, suprimiendo su talento porque les mantuviera el paso y su joven mente no pudo más cayendo en picada a causa de eso hasta desarrollar su trastorno. Caer por culpa de otras personas debía ser terrible, porque esas personas estarían riendo, divirtiéndose mientras el se mantenía en cuatro paredes y decidido iba a sacarlo de ese hospital.

Al fin le ha tocado el turno de la noche, todo parece tranquilo como la lluvia que hace bajar la temperatura pidiendo a las enfermeras ir a verificar que los pacientes no pasen frío y el sigue con su recorrido. El grito femenino hace helar su sangre, la lluvia se vuelve torrencial y los pacientes han despertado exaltados, desesperados, gritando; corre desde su lugar resbalando con algún líquido que no limpiaron pero el aroma metálico lo hace abrir los ojos con horror y la habitación de donde salía aquel viscoso líquido lo hace levantarse a tropezones pues no es fácil mantener la compostura en una situación como esa pateando la puerta con dos cuerpos en el suelo sin heridas pero inconscientes. En la cama sentado con parsimonia como si nada sucediese.

-Tobio... ¿que te ha pasado?

Está de espaldas, no puede ver si está herido.

-Te puedo ayudar, dime, ¿que ha sucedido?

Parece reaccionar, porque levanta la cabeza y voltea hacia donde proviene el sonido.

La impresión de ver el rostro con cuencas vacías es tal que el aire escapa con rapidez de sus pulmones abandonando estos de forma casi inmediata, está serio pero sostiene entres sus manos sus globos oculares y sus manos están manchadas, la sangre está seca.

-Kei, me dijiste que mis ojos te parecían hermosos... ¿podrías conservarlos?

Quiere vomitar, por el mero susto más que cualquier cosa y lo tiene caminando hacia el, como si conservara la vista a pesar de no tener los ojos en su lugar, su corazón está latiendo a más no poder mientras que los pasos de Tobio no se detienen en ninguna ocasión aumentando su pulsación por segundo hasta tenerlo enfrente y ahora sonríe.

-¿Por favor?

La lluvia continúa incesante.




























El psiquiatra Tsukishima Kei ha declarado al paciente Kageyama Tobio como: Incurable.

One Shots TsukiKageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora