Capítulo 28

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Capítulo 28

-Promete que te cuidaras.- casi suplique tomando su rostro entre mis manos, lo escuche reír entre dientes, se burlaba que me preocupara por él, aún así deje un pequeño beso en sus labios.

-No, no tienes por qué preocuparte.- esas palabras no me calmaban, más sabiendo que no lo prometería, era su manera de no amarrarse a lo que le pedía pero es que la única manera en la que estaría remotamente tranquila es cuando vuelva a casa con nosotros pero aún así no puedo impedir que se vaya, lo necesita.

-¿Cuándo volverás?- pregunto esperando que sea en menos de dos semanas.

-Te llamare en una semana para decirte que día estaré en casa, la mia bellissima moglie . Cuida a los niños.- besa mi frente y luego mis labios, nunca me cansaría de esto, a pesar que me sienta morir con dejarlo ir solo.

-¡Que te diviertas de casería!- grite mientras agitaba mi mano al verlo alejarse, se detuvo en el linde del bosque y se giró a verme con una sonrisa curvando sus perfectos labios.

-Me divertiría más si me acompañaras, mi cielo.- sonaba tentador pero no podía ir.

-No caeré en la tentación, affetto.- mi comentario lo hizo reír, su risa era música para mis oídos, podía ver como sus ojos brillaron por mi intento de hablar un mínimo de italiano ya que él se niega a enseñarme.

-Aléjate del perro o lo matare al volver.- fue todo lo que dijo, tan típico de mi Alec, solo a veces me molestaba la indiferencia que mostraba para realizar o recibir muestras de afecto.

Y sin más desapareció, sin notar que dejaba un vacío en mi corazón, serían unos días muy largos sin él a mi lado. Suspire de manera innecesaria y me di la vuelta para entrar a mi casa.


Ir a la casa Cullen era casi como una rutina, íbamos prácticamente todos los días, Edmund y Lacey se estaban acostumbrando a ellos pero no podía decir lo mismo de mí, aun me sentía incomoda en la casa, sobretodo luego de que una tarde Rosalie me dijera que mi antigua habitación seguía igual a como la había dejado, sin lugar a dudas eso era algo que yo no debería de saber.

Caminar por el jardín con Rosalie para así alejarme un poco de todo era reconfortante, por un momento quería dejar mi papel de madre sobreprotectora con mis hijos, necesitaba un momento para mí, sabía que también debía confiar un poco en ellos, en los que no confiaba era en los lobos que visitaban constantemente la casa, una parte de mi temía el reencuentro con el que en algún momento fue mi mejor amigo, aunque era más fácil echar la culpa de mi desconfianza a los lobos porque quizás era natural que mi especie no se lleve con la suya pero, es que ya no siento la misma confianza hacia ellos que cuando era humana y podía pasar horas en la Push con su constante compañía.

-Juliette, siento que  no estas siendo sincera con nosotros, hay muchas cosas que no nos has dicho, hay cosas que necesito saber, podrías intentar al menos decirme algo con honestidad sin omitir nada.- la voz de Rosalie sonaba diferente a la normal, había un toque de nostalgia y tristeza que no debería de estar ahí y que detuviera de forma abrupta su caminar demostraba que ese tema de verdad le afectaba, me gire para enfrentarla, quería oír todo lo que tenía por decirme.- Juliette, estas muy cambiada, pareciera que ya no queda nada de la chica que conocí.

-Rosalie,- empecé tratando de endulzar mi voz un poco aunque ni eso evitaría que mis palabras fuesen menos duras.- creo que no terminan de entender que ya no soy la misma, las experiencias que vives te hacen cambiar tu forma de ser y de pensar, lo sabes bien.- eso era verdad, yo había cambiado, podría tener la misma apariencia de una chica de diecisiete años pero mi edad era mayor a esa, tenía un poco más del doble de la edad que aparentaba, ya no era esa chica que alguna vez vivió con los Cullen, ni remotamente me sentía como Juliette Summers, hace años había dejado de sentirme así.

-No me conformo. No he podido hacerlo en todos estos años. Te fuiste sin despedirte y no importa cuánto te buscábamos, nunca te encontrábamos, la única pista verdadera que tuvimos en años fue esa tonta revista.- la frustración y dolor en su voz hacían que algo dentro de mí se encogiera, mas sabiendo que de ser humana estaría llorando o esa era mi impresión y por supuesto que sabía de qué revista hablaba.

-Esa revista fue una verdadera molestia, de verdad me gustaba la casa en la que vivíamos en ese momento.-le dije con una pequeña sonrisa en mi rostro que ella imito, era mi manera de pedirle una tregua, al menos por ahora, me sentía vulnerable sin Alec a mi lado, eran contadas las veces en las que nos habíamos separado en estos años.

-¿De verdad fuiste feliz todos estos años?- su pregunta no era inesperada, supongo que estaba esperando para hacerla en privado y sin la presencia de Alec.

Mi intención era contestarle siendo lo más honesta posible como me había pedido pero algo me lo impidió, era un dolor tan fuerte como si me golpearan muy fuerte en el pecho y en el estómago al mismo tiempo, me encorvo por instinto y me siento sofocada como si me faltara todo el aire que no necesito, todo da vueltas, comienzo a ver manchas negras, que parecen moverse, como si me rodearan, siento impotencia de sentirme acorralada pero a la vez es como si el sentimiento no fuera mío, las manchas comienzan a tener más sentido, son como telas que se arrastran en el piso, y no son todas negras hay también grises, uno muy oscuro. Y una voz distorsionada que parece hablarme. Les encantara verte, traditore. No puedo moverme, pero aun así no siento miedo, solo impotencia, pero el sentimiento es tan ajeno que es como sino fuera mío y ahí lo entiendo.

Todo me da vuelas, comienzo a caminar mientras mi vista comienza a aclararse, solo algunas palabras comienzan a tener sentido, traidor, capas, peligro y la más importante, Alec. Corro hasta la casa y veo a Edmund en la sala junto a Lacey y algunos Cullen.

-Edmund, Lacey, harán caso a los Cullen en lo que les digan, yo...- las palabras me faltan, la urgencia me gana debo irme.

-Mamá justo iba a buscarte, tengo que hablar contigo.- me corta Edmund al ver que no seguiré hablando, me doy la vuelta para salir de allí, debo irme.

Mamá. Lo escucho gritarme. Pero no me giro y sigo mi camino.

-Mamá, es algo importante.- me para Edmund tomándome del brazo, me ha seguido.

-Edmund no tengo tiempo ahora para hablar, tu padre...- no podía decirlo mi cerebro parecía en pausa como si no terminara de aceptar lo que ocurría.- Solo quédate y cuida a tu hermana, cuando vuelva hablaremos con calma, solo...

-Entiendo.- pero sé que no lo hacía pero en ese momento no era importante, Alec me necesitaba.

Y lo peor, era que no tenía ni la más remota idea de que debía hacer.

𝔻𝕚𝕤𝕔𝕖𝕕𝕚𝕥𝕖 𝕒 𝕞𝕖, 𝔸𝕞𝕠𝕣𝕖. | 𝐀𝐥𝐞𝐜 𝐕𝐮𝐥𝐭𝐮𝐫𝐢 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora