XX

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Dirk's POV

Decido llevar a Zoe al Jardín de Invierno.

Es uno de mis lugares favoritos aquí, y supe desde el primer momento en que la olí hace ya más de dos meses en este mismo castillo, que quería llevarla y mostrarle dónde se encuentran las rosas que tanto me recuerdan a su olor. O al menos a parte de él.

Zoe me sigue cogida de mi mano con esa sonrisa que le caracteriza. Me encanta que a pesar de tenerlo todo en contra nunca pierda su aura de niñez y felicidad, además del aura de guerrera que la caracteriza.

Estos dos meses a su lado han sido fáciles y difíciles a la vez. Aún así no cambiaría por nada ningún momento de los que hemos vivido juntos. Incluso los latigazos que recibí antes de irnos de Alemania. Ese fue el punto de inflexión de nuestra relación en que ambos decidimos que deberíamos dar un poco el brazo a torcer.

Cuando la encontré pensaba que cambiarla era mi objetivo: convertirla en la mujer que mi padre siempre me ha dicho que debo tener al lado.

Sin embargo, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que moldear a Zoe sería obligarla a dejar de ser ella misma. Y yo no quiero eso... La quiero así: natural, libre, femenina, guerrera y todo lo que ella quiera.

Es mi mujer, y la quiero y la respeto así, no puedo encerrarla en una jaula de cristal, porque se convertiría en algo que no es. Y yo quiero a mi mujer así, tal como es. Con todas sus virtudes y también con sus defectos.

— ¿Me vas a decir donde me llevas?

— Espera y lo verás, Zoe.

Sin duda su impaciencia era uno de sus defectos. Defecto que me hacía disfrutarla. Así, imperfecta. Como es Zoe.

Cuando llegamos al Jardín de Invierno, que fue el Jardín que mi padre levantó por capricho de mi madre antes de haberla marcado como suya, Zoe se quedó de piedra.

— Jamás había visto algo tan hermoso, Dirk.

— Sabía que te gustaría, ven.

Le muestro las distintas zonas en que se separa el Jardín, incluso el pequeño jardin Japonés que mi hermana se empeñó en crear en la zona de primavera para poder ver florecer los cerezos.

Zoe se ríe de las ocurrencias de Bluma y yo no puedo evitar contagiarme de su buen humor y de su felicidad.

— Te voy a enseñar mi parte favorita del jardín. Mi madre solía traerme cada tarde cuando era pequeño porque me encantaba jugar en la cabañita que construyeron al lado para que yo tuviera una especie de casa en el árbol sin serlo.

Entramos al Jardín de Invierno, pues el Jardin de mi madre estaba dividido en estaciones. Ella lo diseñó así pero con el paso de los años cada uno nos hemos quedado con una parte y hemos hecho una pequeña casita acorde a nuestros gustos: Bluma se quedó con la primavera y su casa está llena de colorido, mi padre se quedó con el verano por paradójico que parezca pero su casa apenas está decorada simplemente la usa de almacén, mi madre con el otoño y diseño su estancia en torno a los colores cálidos que presentan los árboles en esta época, y por último yo me quede con el de invierno decorando así mi casa en tonos muy blancos o grisáceos.

Le explico todo esto a Zoe profundizando un poco más en ciertos aspectos.

— Con el paso de los años transformé la pequeña cabaña en esta casa, que nació de la necesidad de refugiarme en algún lugar en las épocas de apareamiento. No podía soportar ver como todos a quienes conocía se retiraban unos días a sus labores mientras yo me quedaba mirando a cualquier parte sin pareja y sin esperanzas ya de encontrarla...

LA DOMA DEL ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora