La semana pasaba lentamente, y eso poco a poco me mataba. Sabía que necesitaba ayuda para salir de este maldito infierno que se estaba convirtiendo mi vida, pero no lo hacía. Yo me metí en este problema, y yo seré la que lo solucione sin ayuda. Tenía que pensar lo que sea para quitarme esto de encima, pero la pregunta era “¿qué es lo que debo hacer?”.
Los días eran largos y las noches cortas. Me pasaba la mayoría del tiempo tratando de idear un plan, pero ninguno lo suficientemente bueno cómo para sacarme de este embrollo. Si se puede decir que he conseguido algo bueno en esta semana, es que mi tío me ha levantado el castigo. Pero sigo sin saber si es bueno con Josh vigilándome a todas horas.
Este tema siempre me quitaba el apetito. Varias veces mi tío me ha tenido que obligar a comer. Comía, pero sin ganas. Mi primo ha venido varias veces a mi habitación a preguntarme qué me pasaba, pero siempre le mentía con la misma respuesta, nada. Era un nada que gritaba “Tranquilo, no te preocupes por mí. Agradezco tu intención. Te quiero”. En cambio, él me conocía demasiado bien cómo para creer esa tontería. Lo intentaba a todas horas, pero no recibió una respuesta distinta a aquella.
- Y el resultado final de “x” es 49. – dijo el profesor poniendo fin a la clase de matemáticas.
Apunté el resultado y guardé las cosas en mi mochila. Con un paso ligero, llegué a mi taquilla. Guardé los libros que no iba a usar y metí en la mochila los de la siguiente hora para ahorrar tiempo. Me giré con la mochila en el hombro y encontré a un Harry serio detrás de mí.
- Siento lo de ayer Sophie, n-no era mi intención presionarte. – dijo cabizbajo.
- Tranquilo, es mi culpa, no debí reaccionar así. – dije seria con tristeza.
- Pero cuéntame, ¿qué te pasa? – dijo insistiendo en que le contase sobre el tema.
- Nada, ya te lo dije.
- Si eso que dices es verdad, ¿cómo es que ayer cuando te dije que me lo dijeses mirando a los ojos no fuiste capaz? – dijo esperando una explicación que no le podía dar. – Sophie, dime ya qué es lo que te pasa.
- N-no puedo decírtelo. – dije mirando al suelo.
- ¿Qué? – dijo sorprendido. - ¿No confías en mí?
- No, no es eso, es que no puedo decírtelo.
- Claro… - dijo quedando la frase en el aire.
Se quedó mirando a la nada unos instantes mienta que yo seguía mirando hacia abajo. Sin decir nada, vi como sus botas se alejaban por el pasillo. Levanté la cabeza y cerré la puerta de mi taquilla. Pasé mis manos por mi pelo castaño y lancé un largo suspiro con la intención de relajarme.
Llegué hasta el roble. Apoyé mi espalda en el tronco y me deslicé hasta quedar sentada en el césped. Cogí una hoja del césped y empecé a hacer nudos y más nudos hasta que no tuve más espacio. Lancé la hoja al aire y vi como se la llevaba el viento.
- ¿Entretenida? – dijo Liam de repente a mi derecha.
- Me has asustado, no te había escuchado. – dije echando mi pelo sobre un lado.
- Esa era mi intención – dijo sentándose a mi lado en el tronco. – que no me escuchases para que no pudieses huir.
- Pues no he huido. – Dije mirando a mi alrededor para ver si veía a Josh.
- ¿A quién buscas? – dijo Liam.
- A nadie tranquilo. – dije echando mi cuerpo para atrás y volviéndome a apoyar en el tronco del árbol.